La tarea prioritaria, no importa quien asuma el Poder – Áñez, Arce, Mesa, Camacho, Quiroga o Hyun Chung – tendría que ser, con miras al 2020 -2025, consolidar la Democracia, defender la libertad y resguardar la paz social, en concordancia con los ideales de la mayoría ciudadana, que soportó las vicisitudes políticas en octubre y noviembre de 2019.
Actitud que no permita el retorno del autoritarismo, que maquinó el “mega-fraude” del 20 de octubre del pasado reciente, sin precedentes en la historia, tan sólo con el afán de perpetuarse en el Poder, como lo hicieron los Castro de Cuba, los Ortega de Nicaragua y los Maduro de Venezuela. La Democracia, por lo visto, fue manipulada por instrucciones del “enviado”, a decir de un rastrero canta – autor cochabambino. Aquél, una vez caído, diría que fuerzas de seguridad le forzaron a renunciar. Nunca dijo que huyó, fuera del país, ante la firme y contundente reacción popular, contraria a su régimen.
La libertad fue conculcada por intereses político-ideológicos. La prensa fue controlada y regía la autocensura por temor a las intimidaciones. Quienes pensaban diferente tenían que atenerse a las consecuencias. Había muertos, perseguidos, presos y desterrados, entre ellos. De veras que había más sombras que luces, más intolerancia, más soberbia que humildad.
La paz, generadora de entendimiento, de unidad, de integración y desarrollo nacionales, fue violentada por grupos sociales afines al azul y blanco, que acataban, al pie de la letra, las consignas que enviaba, desde fuera, quien habría renunciado a la primera magistratura de la Nación, a fin de preservar su vida.
Pero surgió la figura de la parlamentaria beniana Jeanine Áñez, mujer de temple y luchadora, quien asumió de manera constitucional la presidencia de la República. Desde esa instancia, guste o no a ciertos dirigentes políticos y sindicales, restituyó la paz social en el país. Es decir, logró la pacificación nacional, que nos permitirá concurrir a las urnas próximamente. Así se ha inscrito su esfuerzo político, su inquietud patriótica y convicción cívica, cuando Bolivia estuvo al borde del desastre.
Ahora las amenazas contra la Democracia, la libertad y la paz social pretenden resurgir, aprovechando la potabilidad electoral. Los expulsados pretenden volver, recurriendo al sufragio universal.
Los líderes políticos le dan poca importancia a esa situación. Es que están muy atareados con la actividad electoral. Todos se sienten ganadores, todos creen que las ánforas se pronunciaran favorablemente para ellos, todos piensan que el proceso electoral es “pan comido”.
En suma: tratemos de legar, a quienes vienen detrás de nosotros, una sólida Democracia, irrestricta libertad y duradera paz. Esta debiera ser nuestra tarea fundamental e inmediata.
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