Eduardo Quiroga Crespo
La comercialización de los productos campesinos es un tema abierto hace décadas y tiene tintes no solo económicos sino también éticos cuando se habla de precios justos y de lucha contra la pobreza. La idea predominante, aunque simplista, detrás de los argumentos suele ser que los campesinos son abusados por el resto de actores económicos en los mercados en los que intervienen y que requieren de la intervención estatal.
En Bolivia la comercialización de productos campesinos es muy compleja debido a factores como: a) producción agropecuaria dispersa en miles de unidades productivas frente a un consumo concentrado en ferias micro regionales o mercados urbanos, lo que dificulta el acopio de los productos y su preparación para enviarlos al mercado, b) carencias de infraestructura de transporte y caminos en mal estado entre las regiones productoras y los centros de consumo, lo que encarece el costo de transporte, deteriora la calidad de los productos y causa elevadas pérdidas físicas en los mismos, c) falta de normas y controles de cumplimiento eficaces sobre la clasificación y normalización de los productos y envases, d) carencia de infraestructura de apoyo a la comercialización, como silos, centros de acopio, de conservación y de secado y d) falta de información sobre precios y mercados, que dificulta la toma de decisiones por parte de los consumidores y acentúa el deterioro de los términos de intercambio para los productores.
Con la premisa de “hacer desaparecer al intermediario” desde 1981 se implementó una política de apoyo a la creación de 15 mercados campesinos destinada a enlazar directamente al productor con el consumidor, mejorar los precios para los productores y abaratarlos para los consumidores. Como el propio gobierno reconoció luego, la iniciativa falló porque los mercados estaban situados lejos de los mercados tradicionales, porque el costo del crédito para tales infraestructuras debía ser pagado por los propios campesinos y porque era imposible hacer desaparecer la intermediación, pues los campesinos fragmentados y de pocos recursos no podían tomar tal rol.
Observaciones de las últimas décadas muestran que el intercambio mercantil de las familias campesinas se incrementó conforme va mejorando la articulación física mediante caminos vecinales y departamentales, y ello induce a disminuir el autoconsumo y aumentar el de productos provenientes fuera de la microrregión. El autoconsumo también disminuye (y aumenta la comercialización) conforme los precios de los diferentes productos van mejorando.
Respecto a los roles también existen varios matices: existen campesinos que comercializan su producción en propias parcelas a intermediarios transportistas, a veces mediante mecanismos de mercado a futuro con ventas por anticipado, principalmente cuando se trata de tubérculos y granos. Éstos generalmente son productores pequeños y poco organizados y alejados. Otros pueden hacerlo en ferias micro-regionales a intermediarios mayoristas, y otros pueden hacerlo en mercados urbanos a intermediarios minoristas o consumidores finales a donde llegan por sus propios medios. Los roles no son fijos: existen casos de productores/intermediarios que recolectan la producción de vecinos y parientes y la venden junto a la suya en los mercados y por ello pagan mejores precios. También tenemos a minoristas que compran a los productores en mercados urbanos y muchas veces cautivan a sus proveedores con préstamos o compras en efectivo, lo que dinamiza su economía, pero obstruye la competencia.
El apoyo a la presencia campesina en los mercados si bien es necesario, debe ser realizado con cuidado. Se debe evitar las grandes infraestructuras específicas, como en el pasado, pues ellas requieren de una burocracia y recursos que los campesinos no pueden brindar dada su dinámica campo-ciudad. La estigmatización de los intermediarios no es justa, pues en la mayoría de los casos éstos ofrecen un servicio necesario que en ciertas regiones nadie lo haría, sin ellos el abastecimiento alimenticio de las ciudades podría comprometerse.
Lo que en realidad es plausible, es ofrecer, con oportunidad y calidad, servicios de apoyo a la producción, en especial caminos vecinales que acerquen a los productores a los mercados, centros de almacenamiento que permitan acopiar por más tiempo los productos, y servicios constantes de información de precios mediante radios rurales o redes sociales. Esto es tan importante que se ha visto que productores de un departamento se lanzan a otro en cuanto saben de mejores condiciones de precios. Con todo ello el ajuste natural hará que los intermediarios solo actúen en zonas donde realmente sean necesarios.
El autor es economista agrícola.
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