Siete candidatos, representando a varios partidos políticos, algunos de precaria existencia, buscan llegar a la presidencia de la nación haciendo grandes alardes y financiaciones para ganar votos y ver si es posible que se cumplan sus deseos de salvar a la Patria.
Pero, ¿qué ofrecen los candidatos y partidos para tener el honor de contar con el apoyo de la población para recibir su voto en caso de llegar al poder? Ese es el interrogante que se hace la ciudadanía y también las tiendas políticas que intervendrán en mayo próximo y esos aspectos generales y específicos deben ser atrayentes en su fondo y forma y enunciados en consignas de fácil entendimiento y, en lo posible, altos, sonoros y significativos.
Ahora bien, ¿los candidatos y partidos que aspiran a conducir la nave del Estado ofrecen esos ideales? ¿Presentan esas efectivas palabras y términos convincentes en su discurso político? Esas y otras preguntas surgen en la opinión pública en el proceso electoral de mayo próximo, sin respuesta contundente.
Al parecer, no existen esas condiciones en los discursos de los candidatos para “enamorar” a las masas y ser retribuidos proporcionalmente. Primero, porque no hacen conocer sus propuestas a la población, debido a que no las tienen o temen revelarlas y, segundo, se limitan a mostrar solo aspectos secundarios aislados, lo que dejaría ver que no tuvieron tiempo en sus meditaciones y sacar las conclusiones que les permitan mostrar los objetivos a que desean llegar, sin tomar en cuenta las dificultades propias de una campaña electoral difícil y costosa.
Pero, lo cierto es que los candidatos y partidos que tercian en el torneo electoral no han tenido suficiente tiempo para sintetizar en pocas líneas lo que ofrecen al electorado en sus brillantes deseos y, además, dejan ver sus debilidades, ya que existe poco interés por los problemas nacionales y solo priman los personales, como muestran las apariencias. Al mismo tiempo, no toman en cuenta que el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones.
Ese contexto muestra, en cierta forma, que candidatos y partidos que si bien muestran indicios de ofrecimientos reales, carecen de principios políticos y están muy distantes de los obreros, campesinos, clase media, choferes, gremiales, mineros, etc.
En todo caso, los partidos contendientes afirman que presentaron sus programas al Órgano electoral, pero se trata de volúmenes ampulosos que, por lo demás, no han sido publicados y duermen el sueño de los justos en los archivos de esa dependencia. Es más, apenas sus autores y el Órgano electoral han mostrado el contenido de esos sabios documentos y, por tanto, el público permanece ajeno a lo que proponen los partidos de Jeanine Áñez, Carlos Mesa, y otros llamados como “montones de ladrillos rotos”. Tampoco los partidos hacen algo para que el país conozca esos papeles y así esperar recibir su estudio y apoyo, ya que el pronunciamiento popular no se hará por las lindas caras de los candidatos.
Así, se concluiría que los partidos que se presentarán en mayo son, a lo más, castillos de marfil, cerrados dentro de los muros de Jericó e invulnerables a las cornetas de los opositores.
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