En la historia no existe un pasaje donde los partidos hayan desistido a sus intereses por el bien común. Por la unidad nacional o por la defensa de los supremos objetivos de la Patria. Por la profundización de la Democracia o por la preservación de la libertad. Por la integración, sin regionalismo. Por la inclusión social, sin discriminación ni racismo.
Aprovechando la potabilidad democrática, fundamentalmente, e, inclusive, de la ignominiosa dictadura, han usufructuado del Poder, sin rubor, en el pasado mediato. Además, con acciones reñidas con la probidad, con la honestidad e integridad, en el manejo de la cosa pública, marcaron una situación de dudas, de suspicacias e irritaciones, en el quehacer político. Una realidad que avivó críticas, denuncias y acusaciones, de toda índole.
En consecuencia, raros son los partidos que hayan bajado íntegros del Poder. Siempre lo hicieron deteriorados y minimizados por causa de los desaciertos, de los excesos y los despropósitos, que los caracterizaron en sus respectivas gestiones. Unos pocos, posiblemente, manejaron con guante blanco la nave del Estado. Los más lo hicieron apremiados por el afán de enriquecimiento vertiginoso. En este marco, esquilmaron al Estado y engordaron a particulares.
Recordemos que los defenestrados del gobierno sacaban dinero de los depósitos respectivos, en maletas u otros medios de transporte. Recursos económicos que irían a parar en bolsillos ajenos o en otras actividades impropias a las necesidades del pueblo. Estos hechos que avergüenzan, por supuesto, se encuentran debidamente, inscritos, en las páginas de la historia contemporánea.
Poco o nada hicieron por satisfacer las exigencias de días mejores. Ahora ocurre lo propio. No sólo desatienden este punto sino otros como el relativo a consolidar la Democracia que fue recuperada en noviembre de 2019, gracias al esfuerzo, al sacrificio y coraje de un pueblo movilizado, acorde con los tiempos que se imponen actualmente.
El preservar, asimismo, la paz social, que articula la unidad nacional y promueve el desarrollo. La libertad, que permite, con esfuerzo mancomunado, la transición de lo antiguo a uno nuevo, en convivencia pacífica, es decir democrática.
Los partidos, queridos o rechazados, tal como ocurre en el amor, se movilizarán, ahora que pasó carnavales, hacia la cita de mayo venidero, en consonancia con las reglas que determinó el Tribunal Supremo Electoral. Obviamente con candidatos habilitados como es debido. Unos estigmatizados como conservadores y otros peyorativamente considerados como zurdos. Tanto aquéllos como éstos trataran de sumar votos, incurriendo, incluso, en la falacia, que es común y corriente entre quienes practican política a tiempo completo.
Pocos lo harán con respaldo del electorado. Muchos, abandonados a su suerte, sólo contribuirán a la dispersión de votos. Ellos protagonizarán la competencia electoral del 2020, luego de las fraudulentas, del pasado 20 de octubre, que costó alrededor de 27 millones de bolivianos al Estado. Procurarán seducir con sus propuestas a una población que supera los siete millones de electores.
En suma: los partidos deberían reflexionar y medir fuerzas a fin de no debilitar las conquistas democráticas del pasado reciente.
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