Innegablemente, el cinismo del ex dictador que desgobernó al país durante casi 14 años es muy grande, es totalmente desproporcionado con la realidad que vive el país porque ha expresado, mediante mensaje electrónico, su deseo “de debatir con los candidatos a la presidencia”, alegando, con supina ignorancia e hipocresía: “pongamos todo nuestro esfuerzo para que esta campaña electoral se caracterice por el debate de ideas y la contraposición de programas de gobierno sin violencia ni odio”; palabras que estarían bien siempre que él hubiese aceptado debatir, en más de seis oportunidades, con quienes fueron candidatos en elecciones para ocupar la Presidencia.
Él, sea por miedo o por falta de capacidad o por exceso de egolatría, jamás quiso debatir o discutir alguna idea, algún programa; siempre tuvo palabras para justificar su negativa hasta el extremo de sostener: “que nadie está a su altura; que él solo debate con el pueblo; nadie tiene moral para debatir, etc.”. Quien decía estos exabruptos no merece respeto alguno y si se comenta la intención expresada para debatir ahora es, simplemente, por respeto a quienes seguramente no se han enterado de sus intenciones, porque el Sr. Morales no tiene moral ni autoridad alguna para hacerlo. (Ed.12-2-20).
Los debates son importantes y el pueblo espera siempre su realización, pero las veces que se efectuaron en el cercano pasado, antes de seis elecciones, no han calado muy hondo como sería de desear; ahora, reeditarlos sería interesante y necesario; pero, en todo caso, jamás se podría tomar en cuenta a quien rehusó hacerlo sistemáticamente por ignorancia o miedo de enfrentarse con quienes, a su lado, eran muy superiores y estaban capacitados para intervenir en una exposición de ideas y programas.
El Sr. Morales tan solo para demostrar una vez más su egolatría, lanzó el desafío de debatir con los candidatos; pero, llegado el caso, seguramente evadiría el encuentro alegando cualquier pretexto, aunque sin confesar su incapacidad y el miedo cerval que tiene a todo y a todos los que son superiores a su escaso conocimiento y entender de la realidad nacional.
A propósito, es urgente que los candidatos, por propia conveniencia, se preparen para llevar a cabo siquiera tres debates sobre contenidos de sus programas, de sus ideas e intenciones de llegar al gobierno; pero, en todo caso, que sean concretos, que dejen la soberbia y la petulancia a un costado y entiendan que lo que digan lo recibirá el pueblo como una promesa de llevar adelante propósitos honestos y responsables; que abandonen el populismo y la fatuidad de decir lo que no es y, además, no ataquen ni ofendan a nadie; que muestren lo que piensan y sienten.
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