Marcelo Miranda Loayza
La violencia se ha vuelto una constante en nuestra sociedad, pareciera que no podemos vivir sin ella, degustamos los detalles más sórdidos de asesinatos, violaciones, masacres, atentados, etc. Tanto las cadenas de noticias locales como internacionales ponen énfasis en mostrar noticias cargadas de una violencia mediática innecesaria, se escudriña hasta el último detalle cuando se trata de situaciones violentas, irrespetando sensibilidades o duelos, lo único que importa es el “rating” y satisfacer la malsana curiosidad de una humanidad cada vez más deshumanizada.
La noticia violenta se “viraliza”, gana más audiencia pero a la vez es efímera, un día se puede mostrar las imágenes más escalofriantes de asesinatos, niños muertos o actos terroristas y al día siguiente pierden presencia, ya no es novedad, por lo tanto deben ser suplantadas por otra del mismo tipo. La primicia dentro de la noticia violenta es fundamental, la sociedad consume esto, se conmueve y llora un rato, para luego pasar a la siguiente y así sucesivamente, por ende, mientras más violencia exista, más ganancias entran.
Transmitir un atentado, dar la primicia de un asesinato o mostrar imágenes bizarras son las tendencias noticiosas en medios de comunicación, la violencia genera violencia y al ser emitida día a día deshumaniza el dolor ajeno, el sufrimiento lo convierte en un “reality show” y la miseria humana en un “#hashtag”.
La televisión actual genera gran parte de sus recursos vendiendo tristeza y miseria, relativiza el sufrimiento y lo convierte en un show donde el que más sufre tiene más posibilidades de ganar un premio, se erotiza el dolor y se destruye la empatía, resultado, gran negocio y poca solidaridad.
Una sociedad que consume violencia, engendra violencia, de otro modo no se podría entender la gran cantidad de feminicidios, infanticidios y violaciones, todo ello son fruto de una sociedad deshumanizada, que ve en el placer, el abuso de poder y la agresión al prójimo la mejor forma de alcanzar cierto tipo de felicidad y prosperidad.
En una sociedad violenta al extremo no existe tiempo para el amor y la empatía, la solidaridad se convierte en un simple “#hashtag”, al dolor ajeno se lo ve por televisión y se lo comparte en las redes sociales, donde lo importante no es el que sufre, sino los “likes” al pie de la publicación.
A pesar de todo esto, aún hay esperanza, los jóvenes de hoy, si bien absortos en sus celulares inteligentes, nos han demostrado ser más sensibles al dolor ajeno, a la naturaleza y la adecuada conservación de la creación, se indignan ante el abuso de poder y luchan por lo justo, no todo está perdido, aún hay esperanza.
El autor es Teólogo y Bloguero.
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