Recuerdos del presente
Filemón Escóbar recordaba que los militantes, o sicarios, de las FARC aconsejaban a Evo Morales en los años 90 pasar de una vez a la táctica del “control territorial”, que ellos aplican en Colombia, pero que él insistía en confiar en el “poder sindical” para proteger los cocales ilegales y el narcotráfico.
Dos concepciones diferentes, aunque no excluyentes, porque lo importante es proteger los territorios donde se da la actividad más lucrativa, económica y políticamente, de Sudamérica. ¿Qué hacer? ¿Ir a la guerra frontal? ¿Considerar los juegos geopolíticos que se dan ahora, con una Argentina convertida en un aliado de Irán gracias al peronismo, y lanzar la guerra frontal?
La táctica del cocalero, de confiar en el poder sindical, ha sido exitosa, hasta ahora. Pero las “condiciones” han cambiado. Él ha huido perdiendo los calzoncillos, su partido está en manos de un inepto economista que no arrastra ni a su sombra y los preciados cocales del Chapare, legalizados a la rápida, están en la mira de un severo ministro de Defensa, que les ha echado el ojo y quiere erradicarlos.
Desesperado, el cocalero prófugo gesticula desde Argentina y lanza amenazas pero sólo ha logrado que algunos cocaleros repitan la frase de que “primero muertos que sin nuestros cultivos”, lo que pone al ministro en el dilema de elegir en qué orden hará las cosas.
Más desesperado está después de que el fiscal general, Juan Lanchipa, ha admitido que se abran juicios ordinarios contra el cocalero, por ejemplo por haber propuesto que sus huestes se ocupen de impedir el ingreso de alimentos a las ciudades, para rendirlas por el hambre. Ese es un cargo muy difícil. No puedes llevar las cosas al extremo de matar a la gente de hambre sólo porque quieres volver al poder. Los juicios de responsabilidades vendrán después.
Todo esto pone al cocalero en la disyuntiva de ir por la vía legal, como él proponía a sus aliados de las FARC, o romper lanzas y optar por la táctica del control territorial. El único freno que tiene es su propia y conocida cobardía,
Por el momento, para lanzarse a la segunda opción cuenta solamente con que el Chapare se declare territorio independiente, ajeno al Estado boliviano. Y ahora, tras el pronunciamiento de la senadora Eva Copa, se abre la posibilidad de que algunos barrios de El Alto, aquellos donde se dan las condiciones más propicias, como la existencia de fábricas de droga, opten por declararse independientes, ajenos al Estado boliviano.
Todo esto pone a los bolivianos en la duda de si lo que se viene es una elección o una guerra. Si vamos a elegir un gobierno o nos tenemos que dedicar a cuestionar o defender la existencia del Estado boliviano.
¿El cocalero vendrá a Bolivia acompañado por un nuevo “ejército auxiliar argentino”, peronista en este caso, o decidirá optar por la vía democrática? Duda del fraude implantado en el sistema electoral, copiado de los tramposos separatistas catalanes, porque podría fallar si se cambia la geografía electoral.
En fin, unas elecciones plenas de dudas.
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