El reloj del Órgano Legislativo Plurinacional tiene un efecto especial, según el cual cuando se detiene o altera su marcha, el país se paraliza o marcha cargado de problemas. En efecto, cuando no señala bien la hora, se producen crisis económicas y políticas de gravedad.
Cuando se detiene ese reloj que dicta la marcha del destino del país, todo el país se detiene. Todo eso es algo extraño, pero es cierto en gran medida. Sin embargo, desde que ese aparato funciona al revés, el país también marcha hacia atrás, al pasado, pierde su movimiento lógico de ir hacia adelante, con la aceptación y satisfacción de más de cien parlamentarios, la mayoría masistas.
En forma más concreta, esa falla mecánica del reloj determina que el país retroceda de la democracia al feudalismo e inclusive al comunitarismo primitivo, ya superados por la humanidad hace más de cinco mil años, hacia los tiempos de las cavernas, cuando no se había inventado el dinero y solo había el trueque, los hombres y mujeres apenas usaban taparrabos, se guiaban por la luz del día y la observación de la luna y algunas estrellas, pues no existía ni el reloj solar.
Se puede decir que el reloj del Congreso es el reloj del destino nacional y esa afirmación es cierta. Efectivamente, la realidad del país ha seguido esa suerte desde que ese artefacto empezó a funcionar mal no una sino varias veces. Se puede considerar que no es posible saber si este reloj de brujos influye sobre la marcha del país o si la visión de sus gobernantes influye sobre fabulosa máquina del tiempo.
Lo cierto es que ese fenomenal mecanismo tiene esas características, pero no es por su deseo, sino por la voluntad deliberada de Evo Morales, el ex canciller David Chuquehuanca y los asambleístas que llenan ese recinto y ganan jugosos salarios por levantar la mano, y, además, se prorrogan en sus funciones a su regalado gusto. Y ni siquiera se dan cuenta que el reloj que está sobre sus cabezas marcha en sentido contrario al movimiento del espacio y el tiempo.
Esa forma de funcionar de ese reloj no es aceptada por numerosos parlamentarios que han caído bajo su funcionamiento irregular. Según dicen algunos de ellos, los diputados y senadores del MAS son quienes se oponen a que el reloj no sea normalice y no constituya una burla para el pueblo, denuncia difícil de comprobar porque ese recinto o casa del pueblo se ha convertido en un bunker al que es imposible ingresar, nadie fiscaliza a los padres de la patria, por lo que actúan sin control y aprueban lo que les viene en gana. Niegan, con actitud dictatorial, que las barras conforman el poder colegislador y las tienen cerradas a cal y canto.
Con esos antecedentes se intenta mantener el reloj de la Asamblea Legislativa funcionando contra las leyes de la naturaleza, la lógica y hasta el menor sentido común y, por tanto, seguirá marchando hacia atrás y, al mismo tiempo, haciendo retroceder históricamente al país hasta la noche de los tiempos.
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