Vladimir C. Calatayud Cáceres
Vivimos en una sociedad donde no se tolera la frustración ni el miedo al fracaso. Este miedo es uno de los grandes sufrimientos de nuestro tiempo, del contexto sociocultural actual, donde hay una clara competitividad, donde se alaba el éxito, el triunfo, donde lo que se celebra es ser el mejor por encima del trabajo en equipo.
Existen personas que se sienten frustradas, tristes, angustiadas en sus vidas por no haber alcanzado todo aquello que suponen que deben lograr. Personas que sienten que no son valorados sus logros, (lo que llega incluso a ser perjudicial para su salud), o por tratar de conseguir todo aquello que se han propuesto, para evitar el miedo al fracaso y la frustración. Ese miedo no solo está presente en el trabajo, aunque siempre pensamos que es el tema principal cuando hablamos de ello. Pero podemos tener miedo a fracasar en nuestras relaciones, sean de pareja o de amistad (miedo a fracasar como madre, padre, pareja, hijo…). En el ámbito laboral, por no llegar a las metas que uno se propone.
¿Cuáles son las consecuencias?, el miedo nos lleva a la autocrítica, al auto sabotaje. Tengo miedo a hacerlo mal, a fracasar, a equivocarme; el miedo al fracaso es un gran juez interno que lo único que hace es limitarnos y ahogarnos ante nuestras metas y objetivos; nos vuelve inseguros e incapaces. Entre los síntomas más comunes se tiene: el exceso de exigencia para con nosotros mismos y con los demás; altos niveles de estrés y ansiedad; desinterés y descuido en otras áreas importantes de nuestra vida.
¿Cómo se desarrolla este miedo en nosotros? De niños, necesitamos espacio para desarrollarnos, poder explorar, poder equivocarnos sin temor a ser castigados, ser capaces de intentarlo, de volver a empezar y de aprender de nuestros errores. El modelo educativo en el que hemos crecido es determinante, pues exceso de exámenes, pruebas, es cada vez más común para alumnos. Se mide la inteligencia solo por la nota que obtienes en una prueba, “tanto sacas, tanto vales”. Un entorno de gran presión y competitividad puede favorecer este miedo. Y si además nuestros padres o figuras principales nos han exigido en exceso, no nos han permitido equivocarnos ni cometer errores y hemos sido sobreprotegidos, creceremos con la idea de que “necesito evitar el error para sentirme válido, sentirme querido, sentirme que soy digno de…”.
¿Cómo vencer el miedo?, identificando todas aquellas creencias con las que hemos crecido, esos mensajes exigentes y devaluadores, cuestionarlos y darles otro lugar. Además, dar bienvenida a nuevas formas de afrontar los retos y las expectativas. Aprender a valorar nuestras capacidades, sin exigencias. Dejar de compararnos con los demás, si seguimos haciendo esto viviremos con una insatisfacción continua. Cuando nos comparamos con los demás nos alejamos de nuestros propios deseos y logros. Es importante aprender a centrarnos en nosotros mismos, tratar de conectar con los objetivos y expectativas reales que nos hagan sentir felices. Aprender a vivir los errores como experiencias de crecimiento y no como algo para ser castigado. Si no nos equivocamos no aprenderemos y, por tanto, no creceremos. No podemos ser seres “perfectos”, aprender a recoger lo mejor de las experiencias será lo que nos hará crecer.
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