Uno de los aspectos políticos más originales e importantes, sino el más importante de la vida del país, a partir de la apertura histórica que se originó con el levantamiento insurreccional de noviembre del año pasado, consiste, sin lugar a la menor duda, en la formación del Gobierno de transición, con la característica de que está conformado por dos poderes; el poder democrático y el poder populista, el primero de ellos ocupando el Órgano Ejecutivo y el segundo el Órgano Legislativo y gran parte de los órganos Judicial, Electoral y numerosos mecanismos del aparato del Estado.
A pesar de que ese es el aspecto principal de la política actual, los medios oficiales, partidarios, institucionales y analistas políticos no le han dado importancia y, al parecer, tampoco han percibido su existencia, pese a que está funcionando plenamente y con diversos efectos para el desarrollo inmediato y futuro nacional.
Efectivamente, desde el 14 de noviembre pasado, el Poder Ejecutivo ha adoptado una serie de medidas que le facultaba su gaaaaestión, como convocar y organizar elecciones nacionales, una vez que las del 20 de octubre del año pasado fueron anuladas por el ostensible fraude que aplicó el gobierno de Evo Morales para prorrogarse en el poder. Por su parte, el otro sector del poder, el populista, también ha estado dictando, entre otras, diversas medidas y obligando a que el Ejecutivo las promulgue y ponga en ejecución.
Ese poder dual se ha prolongado alrededor de cuatro meses, con aparente acuerdo y tranquilidad, sin que hubiesen salido a flote divergencias propias de una situación irregular de esa naturaleza, ya que no puede existir, en ningún país, un gobierno con dos poderes o cabezas con intereses antagónicos, que conducen inevitablemente a producir una crisis de proporciones. Lo conveniente es que el gobierno esté manejado por un solo poder y así garantizar el curso de los futuros acontecimientos y el futuro del país.
Sin embargo, esa relación de tranquilidad entre los dos poderes existentes dentro del Gobierno de transición, casi en ningún momento ha existido. En efecto, el sector del poder populista estuvo colocando en forma permanente trabas al sector democrático del Poder Ejecutivo, mientras que a la vez, lo mismo ha estado ocurriendo con el Ejecutivo.
Ese estado de cosas ha terminado por quebrarse de manera abierta en últimas semanas, permitiendo observar que se ha iniciado un proceso, ya sea pacífico o violento, que conduzca a la solución del agudo problema del doble poder, cuestión que no puede prolongarse indefinidamente, ya que se está convirtiendo en factor causal que origina efectos negativos de las más diversas características económicas y sociales.
Ese enfrentamiento se ha manifestado, por el lado de la fuerza populista, por diversas declaraciones del ex gobernante Evo Morales en Argentina, presiones del Poder Legislativo, anormalidades en el Judicial y en otros aparatos del Estado bajo control del populismo. Una especie de preludio de mayores sucesos y maniobras subversivas.
Por otro lado, el Órgano Ejecutivo también adopta medidas contrarias al poder populista, poniéndose, en esa forma, fin a la luna de miel entre los dos poderes que duró varios meses y que determina un divorcio necesario que ponga fin al estado latente de malestar que caracteriza una situación irregular. Al respecto, se puede citar la reacción del poder democrático en cuanto al asunto militar, como el cambio del Comandante de Ejército por otro de confianza y la reacción con la censura al Ministro de Defensa en el Congreso, con la amenaza al Ejecutivo de que proceda de inmediato a la destitución del ministro, advertencia que fue desconocida por la presidenta Añez, al ratificar al ministro censurado.
En síntesis, se puede observar que se ha abierto un proceso político que está poniendo fin a la etapa pacífica de vida del Gobierno de transición, que dará pasó a características novedosas, más a corto que a mediano plazo, pese a que la maduración de la vida política del país marcha con relativa velocidad.
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