José E. Pradel B.
Desde el nacimiento de Bolivia en 1825 hasta el inicio de la Guerra del Pacífico en 1879, la presencia de buques de la marina francesa fue frecuente y se mantuvo a lo largo de la costa boliviana. En ese sentido, el 18 de octubre de 1827 el bergantín francés Lafayette, al mando del capitán Mr. Boulanger, saludó con una salva de artillería la izada de la bandera boliviana realizada por primera vez en el puerto de Cobija.
Muchos años después, con la intención de proteger el comercio francés fue establecida una ‘Estación Naval’, en el litoral del Pacífico suramericano. De esta manera, el oficial de marina francesa Max Radiguet, secretario agregado al Estado Mayor del Almirante Du Petit Thouars, jefe de la citada estación, visitó la rada de Cobija y la describió en su obra: ‘Souvenirs de l’Amerique espagnole etudes sur la Société au Pérou et au Chili (La ville et la campagne de Rio-Janeiro)’, publicado en París en 1856.
En los primeros párrafos del capítulo intitulado ‘Intermedios’, escribió: “cincuenta casas más o menos se destacan apretujadas entre las montañas y un bloque de rocas negras coronadas con el pabellón boliviano: y vosotros, reventados los ojos, como se dice. Si no las habéis apercibido antes, es que apoyadas en un suelo gris como hoguera apagada, cubiertas de cenizas, ellas no accidentan sino muy vagamente, por su masa, la oscura monotonía del paisaje. Tal es el aspecto de Cobija, único puerto de Bolivia…”. También enfatizó: “El agua misma es un objeto de lujo en Cobija; el país no la tiene, son las naves las que la traen, y se ve en ciertas casas funcionar esos aparatos destilatorios empleados en los navíos para transformar en potable el agua de mar. No es eso todo: la carne, las frutas, las legumbres, la leña, faltan también en el país, de manera que la vida de los marinos durante las travesías excepcionales, no está acompañada de más duras privaciones que la de los habitantes de Cobija. Y sin embargo, ese lugar que parece haber sufrido todas las desgracias de la naturaleza, ese lugar en el que parece que el spleen debe estar emboscado en el umbral de cada casa, oculta aún, representantes de la sociedad española tan encantadora y tan hospitalaria que uno queda sorprendido de encontrarlas, pasando horas placenteras en las tertulias y que más tarde ocuparán agradable lugar entre los recuerdos…”.
Otro punto que describió Radiguet fue la extracción de minerales: “Las montañas que rodean a Cobija son de una extrema riqueza en minas de cobre; pero falta mucho para que esa fuente de prosperidad produzca lo que el país podría esperar de ellas. La vecindad de las minas de Copiapó (Chile) donde con un esfuerzo mínimo, los resultados son infinitamente mayores, lo que establece una competencia contra la cual no podría competir Cobija por falta de elementos necesarios: así que no se explota todo, sino trece minas de los alrededores de Cobija. Una de esas minas, la de Agathico, estaba en manos de un sacerdote español expulsado de Chile por razones políticas…”.
Por último, sobre la extracción de guano apuntó: “Hablando de las exportaciones del puerto de Cobija, he olvidado de mencionar el guano, del que se ha remitido a Europa algunos cargamentos sacados de las Islas de Mejillones y de San Francisco de Paquigua. Ese ensayo ha rendido muy poco y además la falta de todo desenvolvimiento en la costa, priva a Bolivia de ese producto tan precioso para el Perú. Será tal vez interesante, decir aquí algunas palabras de ese guano y de la importancia que ha adquirido en el comercio, estudiándolo en ese último país, donde es explotado en gran escala…”.
Sin duda, esta selección documental es un argumento claro de que Bolivia disfrutaba de una salida al océano Pacífico y poseía un rico territorio guanero usurpado por los chilenos en 1879. Por otro lado, a través de este trabajo homenajeamos la labor emprendida por Max Radiguet y esperamos que el pueblo boliviano lo estudie y lo difunda bajo una nueva perspectiva.
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