Parte II
Carmiña A. Moscoso Salvatierra
Esas tres palabras, “estamos en guerra”, se convierten en significado de lo que representa la violencia en el interior de las familias, porque pareciera que el hombre y la mujer no se juntaron para hacer hogar, proteger a sus hijos e hijas, a pensar que mañana serán ancianos y que cuando el ciclo de vida concluya nada se habrán llevado, porque hasta la muda de ropa que utilicen en su último espacio del sarcófago, serán comidos por los gusanos y la piel y los huesos se convertirán en polvo.
Para muchos la violencia en sí misma es difícil de entender, algunos analistas explicarán que es resultado del sistema machista que ha sacado de los roles a los hombres o se ha generado conflicto entre ambos, cuando la mujer también salió a competir en el mercado profesional. Pero, al parecer, esa idea de competir se traslada a los hogares, donde el hombre y también la mujer se equivocan cuando piensan que en la pareja se trata de una unión para competir, cuando es una alianza de vida para apoyar, construir, en muchos de los casos a favor de los hijos.
Pero Juana no entiende por qué ella es una más de las víctimas silenciosas de violencia, cuyo número aumenta, a pesar de normas sancionatorias como la Ley 348 que nada resuelve.
ONU Mujeres elaboró el Informe en 2018 sobre el estado de cumplimiento de las medidas de atención y protección a mujeres en situación de violencia en el marco de la Ley 348. El documento advierte el incremento de los 31.942 casos registrados en 2015, a 38.846 en 2017; en promedio son 97 por día. Datos que surgen de las denuncias realizadas por algunas víctimas, pero qué pasa con aquellas que aún callan, que guardan silencio ante la violencia en la que viven, porque temen que la denuncia sea una vía insalvable, un paso sin retorno, una acción que genera riesgo de que los hijos e hijas de la pareja sufran al ver que su padre corre el riesgo de ser detenido o encarcelado. Ese sentimiento de no generar más dolor a sus hijos, por conflictos de pareja, es lo que a muchas mujeres las convierte en víctimas en silencio, uno peligroso.
Según un segundo informe del Instituto Nacional de Estadística (INE), 75 de cada 100 mujeres casadas o convivientes vivieron alguna situación de violencia. Pero más allá del dato, no hay instancia que otorgue atenciones psicológicas gratuitas para los agresores o generadores de violencia, no hay políticas públicas que den resultado y se evite estos hechos. Es por eso que Juana debe seguir pendiente, alerta, pero sin perder la esperanza de que cambie su situación y un día el conflicto por el cual atraviesa no llegue a acciones irreversibles y sufribles para su hogar.
La autora es Licenciada en Comunicación.
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