Especial
Los papás que dejan este mundo, sin duda, siembran un legado imborrable en la vida de sus hijos, de su familia y de cuantos los conocieron, no solo por sus obras, sino por diferentes motivos. Es el caso del reconocido orador internacional Miguel Ángel Cornejo, cuya virtud principal fue tocar el alma de quien lo escuchara.
Hace 40 años nadie se hubiera imaginado la virtud que alcanzaría Cornejo como orador en más de 3.500 conferencias nacionales e internacionales que dictó en diferentes países latinoamericanos y europeos. Y que esto lo llevaría a escribir una serie de libros dedicados a la motivación y liderazgo.
“Aprendí de mi papá muchísimo porque desde mis dos años me sentaba frente al televisor para escucharlo y me preguntaba cuándo diría colorín colorado, pues como toda niña pensaba que era un cuento. Tuve la oportunidad de estar con él en varias conferencias, entrevistas y ver cómo disfrutaba el compartir con las personas”, recuerda Ana Paola Cornejo, hija del extinto orador mexicano Miguel Ángel Cornejo.
Pero conozcamos más del insigne orador y escritor, quien ha marcado historia a nivel latinoamericano como el mejor de su tiempo, que ha cambiado la vida de varias personas, gracias a sus enseñanzas y reflexiones en las que pretendía sacar lo mejor de cada ser y más aún de sus propios hijos.
PATERNIDAD
Ana Paola Cornejo, quien visitó Bolivia para dictar una conferencia, nos comparte algunos pasajes que tiene muy presentes en su memoria y que forman parte de las enseñanzas que aprendió de su padre y que jamás olvidará, pues a sus hermanos y a ella desde niños los comenzó a formar en temas de motivación personal y del amor a la lectura. Pero conozcamos cómo lo hizo.
“Me encanta la manera en la que mi papá me inculcó el amor por la lectura. Él leía entre 3 a 4 libros simultáneamente, pero los libros que llamaban mi atención cuando tenía 7 u 8 años eran las novelas históricas y me contaba que el rey fulano de tal, así como si se tratara de chismes y lo dejaba en suspenso cuando viajaba, para continuar a su retorno. Yo, como no podía esperar, me robaba los libros”, comenta Cornejo.
Ana Paola afirma que las personas que conocieron a su padre saben que cuando escribía algo lo leía y lo platicaba en la mesa para saber las opiniones al respecto. Dice que su progenitor fue un ser humano muy interesante, que viajó mucho, que estudió bastante y que podía hablar de cualquier tema, además de ser muy simpático y alegre.
“Tenía un grupo reducido de amigos que lo visitaban en casa, con los que disfrutaba de pláticas muy entretenidas. Sin embargo, también amaba su soledad, pues le encantaba meditar para crear nuevos temas y escribir un sinfín de cosas. Luego buscaba ferias en las que podía participar y nunca dejó de prepararse”, recuerda Cornejo.
RUTINAS
Según Ana Paola, Miguel Ángel Cornejo fue un hombre que creyó y alentó a sus hijos a ser mejores personas y a velar por el bien de los demás. Lo considera un intelectual sumamente congruente con lo que decía y hacía, pues todo iba en la misma línea, que formó a tres seres humanos íntegros como él.
“Una de las rutinas que nos hacía repetir a mis hermanos y a mí durante mucho tiempo, antes de ir la escuela, era: ¿Quién es el mejor? Yo, y la siguiente pregunta era ¿Cómo nos va a ir? ¡Muy bien!, algo que jamás olvidaremos de nuestro papá”, enfatiza Cornejo.
“En México tenemos un Colegio de Líderes y mis hermanos se ocupan de la parte operativa y de realizar las alianzas estratégicas, pues a mí es algo que no me gusta. Miguel Ángel (hijo mayor) escribió un libro y se dedicó por algún tiempo a dar algunas platicas y Ricardo (el menor) escribe divino, pero sufre para hablar en público”, afirma Cornejo.
Sin embargo, Ana Paola Cornejo descubrió que tenía el talento de la comunicación y si bien en principio no se lanzó a dar conferencias fue precisamente porque era inevitable la comparación con su padre, pero luego entendió que se trataba de generaciones distintas y que por ser mujer tendría su propio estilo.
“Fíjate que jamás pensé en estar como mi papá frente a un público, pues cuando era pequeña me enojaba mucho el que me pusiera a leer en una reunión familiar, pues a él le gustaba leer sus pergaminos y me hacía leer junto a él. Seguramente el vio algo en mí que yo en ese momento no podía ver”, finaliza Cornejo.
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