Hay hechos y extremos que parece que nos ocurre solamente a los bolivianos: nos unimos ante las grandes desgracias, ante lo que significa la expansión de males, ante lo que no podemos ni debemos soportar mucho porque bien se nos aplica el dicho “no hay mal que dure cien años” y es esto lo que nos ocurre en las actuales circunstancias en que vivimos con la presencia del coronavirus, una pandemia que por ser enfermedad epidémica, se extiende fácilmente por todo el mundo y cobra muchas víctimas.
Hace pocas semanas, se presentaron en China los primeros síntomas del coronavirus; lo que parecía pasajero no tuvo mayor importancia porque se creyó que pasaría como simples estados gripales; pero, el mal había sido grave, muy grave porque empezó a expandirse, a hacerse contagioso, a cobrar más víctimas y tan expansivo como es el aire o cualquier tormenta y, empezando por los países asiáticos, el mundo se vio impotente ante lo que se presentaba con carácter alarmante y sin visos de ser combatido fácilmente. El mal, hoy extendido casi por todos los países, es causa de angustia y preocupación porque todo muestra que los “simples casos tienen la casi seguridad de ser causa de muerte” y el dolor, la preocupación y la desesperación cunden en hogares, comunidades, pueblos y países.
El coronavirus podría decirse que tiene características especiales en nuestro país: el día en que se anunciaron los primeros casos en Santa Cruz y Oruro, cundió la alarma y la angustia afloró a la vida de todos hasta llegar a las esferas gubernamentales, a las organizaciones laborales, médicas y de toda laya. Llegó a los políticos y sus candidatos; pero, lo más importante, -aunque parezca una aberración decirlo – se convirtió en una especie de factor o nexo de unidad porque a nadie le importa la política o los candidatos o lo que haga o diga el gobierno y el Poder Legislativo donde abundan los que sólo hablan así sea lo indebido que lo que deben tratar y que sea de interés del país.
El coronavirus se muestra para todos y en todos, no hay preocupación sino por conseguir medios para cuidar la salud, se expande el mensaje de lavarse las manos (por lo menos ocho veces al día), de mantener las mejores condiciones de higiene en los hogares. Se disemina el mensaje de cuidar a los niños y prodigarles cuidados y amor. En casos, se suspenden las clases escolares y hasta se prohíben las concentraciones masivas porque tan sólo la expansión de un ataque de tos o un estornudo pueden ser portadores del virus. Surge la desconfianza en mucha gente y ya no se da la mano para el saludo de siempre y basta un ¡hola! para saludar y se empieza a hablar del tema del día. El coronavirus se hizo un lazo, un nexo, un medio de unión, de comprender una situación, comentarla y hasta protestar contra las autoridades como si ellas pudiesen encontrar los remedios. Las autoridades, a más de adoptar las medidas de proveer de vituallas, medicamentos (hasta donde puedan servir) y habilitar hospitales o sitios para aislar enfermos, nada o poco pueden hacer. Las autoridades lamentan que en casi 14 años, el gobierno no haya hecho algo en pro de la salud, de construir y habilitar hospitales y clínicas no solo en previsión del coronavirus (que entonces no se concia) sino de tanta enfermedad que asuela a la población y muy especialmente a mujeres, ancianos y niños que resultan las víctimas más vulnerables.
¿Qué se aprende de estas experiencias? ¿Captarán algo los partidos políticos, sus dirigentes e integrantes? ¿Tomarán debida nota de lo que significa estar unidos por un mal que puede segar vidas y no hacerlo por conveniencia del país, porque debe ser conciencia de todos hacerlo? ¿Entenderán que así, como han vivido hasta hace pocas semanas: desunidos, rivalizados, enemistados, contrarios, diferenciados y hasta dispuestos a inferirse cualquier herida, cualquier mal pueden seguir? El coronavirus y su posible expansión ¿no les da a los políticos y a los candidatos las muestras de que solamente la unidad puede conseguir curar nuestros males, nuestras diferencias, nuestros complejos?
La mayoría de los países del orbe han comprendido la magnitud del mal que podría causar mucho daño, ha tomado previsiones pero unida con el mismo objetivo porque, prácticamente, todo quedó rezagado, postergado, suprimido mientras se venza al mal y esto implica que la unidad en pos de objetivos supremos es posible y podría ser; el coronavirus conjuntamente otras enfermedades como el zica, el dengue, el chikunguña formando un cuarteto tenebroso podría obligar a la humanidad a cuidar la naturaleza y hacer del orbe el sitial habitable contra el que ha complotado permanentemente la humanidad desde hace siglos.
Los bolivianos vemos el día a día que todo es posible abandonarlo, superarlo, vencerlo para luchar contra el enemigo común y así debería ser en el campo político, en el intento de llevar a cabo un proceso de elecciones que sea constructivo, transparente y en el cual se derrote definitivamente al totalitarismo que tanto daño ha causado; no obrar consecuentes con las conveniencias generales será irresponsable, inhumano y hasta suicida. Aunque parezca aberrante, el coronavirus podría ser factor de comprensión para que ganemos la batalla que falta para completar la buena dosis de libertad y democracia que necesitamos restablecer y alcanzar estados plenos de justicia, unidad y armonía.
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