Desatendida la gente del crepúsculo

Dicen que el gran vidente francés Nostradamus predijo en el año 1555 lo siguiente: “Y en el año de los gemelos/ (20-20) surgirá una Reina/ (Corona) desde el Oriente/ (China) que extenderá su plaga/ (virus) de los seres de la noche/ (murciélagos) a la Tierra de las 7 colinas/ (Italia) transformando en polvo (muerte) a los hombres del crepúsculo/ (ancianos) para culminar en la sombra de la ruindad. (Fin de la economía mundial tal como la conocemos)”. Lo anterior es lo que circuló con profusión desde pasados días en las redes sociales, y acompañado de un símbolo parecido al que hoy identifica al coronavirus, supuestamente dibujado por este mítico personaje que ha trascendido el tiempo y pasó a la historia.

Nada más falso. Quienes lo hicieron circular sólo buscaron crear pánico, puesto que la predicción original para el año 2020 de este Siglo XXI, en la cuarteta pertinente de dichas profecías, señala: “La gran plaga de la ciudad marítima/no cesará hasta que se vengue la muerte/de la sangre justa, condenada por un precio sin crimen/de la gran dama indignada por la simulación”. Los expertos sostienen que lo de “la gran plaga” es el anuncio más cercano y obvio de Michel de Nostradamus sobre la presencia de esta pandemia del covid-19, mientras el resto de su predicción aún continúa en discusión entre quienes se dedican, ya desde hace bastante tiempo, a descifrar o interpretar las mismas. De manera que, una vez más lo reitero, no se debe, y tampoco se puede dar crédito a todo lo que difunden las redes sociales.

Más allá de todo ello, y hablando ahora sí de la “gente del crepúsculo”, para referirnos con ese término a los adultos mayores o de la tercera edad, digamos que no solamente es acechada por el coronavirus, sino por varias otras situaciones que van contra ellos, algo que no es atendido a plenitud en ningún gobierno. Vanamente se realizan, dizque, campañas de apoyo a los integrantes de este enorme conglomerado social, aunque su situación no es de las que mejora mucho, y menos ostensiblemente, mientras en otros países disponen de una calidad de vida acorde a sus necesidades. El hecho de que se vean sometidos por una sociedad deshumanizada, a una serie de penurias, es algo que se puede advertir diariamente.

Por ejemplo: realizan largas y agotadoras filas para lograr una ficha que les permita tener acceso a la atención médica, o lo que es peor, deben acudir en las madrugadas, o dormir en las aceras de las puertas del nosocomio con esa finalidad. En el sistema bancario, en ninguna repartición se les “presta” el urinario, y si tiene que cumplir con dicha necesidad biológica saliendo del lugar, perdió el turno o la fila. En el transporte público son objeto de recriminaciones por parte de conductores de mala catadura, mientras que para un adulto no es fácil encontrar trabajo y donde se presente, generalmente es rechazado por la edad.

Se habla de que “ante la ley todos somos iguales”, algo que simplemente queda en un enunciado, pues la discriminación persiste y no sólo contra ellos, haciéndose patente también en perjuicio de la niñez y las mujeres. Se puede decir mucho más, pero el maltrato hacia “la gente del crepúsculo” en este medio inequitativo e injusto, es palpable. Ojalá pueda ser superado tal extremo con base en la aprobación de normativas amplias, serias y realistas.