El gobierno que duró casi 14 años ha dejado una secuela de angustias y preocupaciones por la situación de la economía y, sobre todo, por el menor crecimiento; preocupación por los excesivos casos de corrupción que ahora hay que enfrentar; por los menores ingresos debido a la merma de nuestras exportaciones y a la rebaja casi radical de inversiones tanto nacionales como foráneas. Este conjunto de males da lugar a que al no haber desarrollo se presenta con fuerza la carencia de empleo y, por ende, la disminución de la producción en las fuentes productivas del país.
Nuestras exportaciones, tanto de gas como de minerales y algunas materias primas también crean inquietudes que será necesario encarar. El gobierno, frente al caos que ha encontrado, seguramente ha asumido el propósito de encarar los problemas que surjan y verá cómo enfrentar tanto problema; pero, en todo caso, las autoridades, especialmente ministros de Estado, tienen que tener conciencia de que es preciso abandonar posiciones egoístas por las que creen que ellos estarían en condiciones de enfrentarlo todo, sabiendo que no es así, que si no actúan de consuno con el sector privado y adoptando acuerdos previos con la clase trabajadora, será difícil encarar debidamente lo que hay que hacer, lo que se debe enfrentar con prioridad.
Cuando se habla de ingresos, han disminuido los provenientes por las ventas de gas al Brasil, debido a una disminución en la producción nacional, además que se debe cancelar deudas que se tiene con ese país; entonces, quedan las ventas de gas a la Argentina y la exportación de minerales y, tal vez, de algunos productos agroindustriales. De todos modos, menores ingresos deben cubrir mayores gastos, especialmente de la burocracia pública que ha sido incrementada excesiva e irresponsablemente en los años de desgobierno del MAS.
Para muchos políticos de extrema izquierda quedaría el recurso esgrimido por el anterior gobierno: endeudar al país y disminuir hasta el máximo las pocas reservas internacionales que quedan. La verdad es que no se debería recurrir a medidas tan extremas que nos empobrecen más y, más temprano que tarde, complican aún mucho más la crisis económica.
Lo que se debe hacer es observar austeridad, gastar lo menos posible, disminuir la burocracia, especialmente de supernumerarios y personas que no responden a las exigencias de una buena administración del Estado. Habrá que ver, en el tiempo más corto, la posibilidad de disminuir la cantidad de ministerios y de funcionarios de esas dependencias que implican alto drenaje del Presupuesto Nacional. Ni qué decir de la parte que le debería corresponder al Poder Legislativo que, como se sabe, cuenta con un frondoso presupuesto que no se justifica. Así se podría aliviar siquiera mínimamente la situación crítica.
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