En apocalíptico ambiente mundial por sus arrasadores efectos contra la humanidad hereje e idolátrica, el coronavirus (flagelo de laboratorio para ultimar a los “viejos”, “cargas” sociales, jubilaciones, rentas de vejez, seguros, etcétera) también ataca a Bolivia. ¿Estará asomando la sentencia final? ¿Recién nos acordaremos del Supremo Creador?
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141 años de encierro geográfico. Año y medio de la adversidad marítima-judicial pronunciada por la Corte Internacional de Justicia. Ahora, cuando los cálculos electorales malintencionados e intereses personalísimos, escarnecen la atmósfera nacional con sus peligros y dramas ulteriores para “salvar” a la democracia –característica en los procesos comiciales a la boliviana-, hiriente, reaparece la decisión que esfumó los el Mar para nuestro pueblo.
23 de marzo. Al menos por unas horas, reflotan discursos, homenajes y manifestaciones alusivas que, como siempre, las protagoniza este pueblo “inocente” y dócil para ser embaucado.
Aquella irrepetible heredad patrimonial desatendida e indefensa confinaba en el Pacífico.
No obstante, siempre latirá en las fibras de incontables bolivianos la pungente cuestión marítima.
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Bajo la férula corruptora 2015-2020, en octubre/2018, la inconsistente demanda fue judicialmente fondeada en La Haya. Con el doloroso tema, inmoralmente utilizado, el as de las cosas impunes, vía fraude criminal develado en América y Europa, pretendía ser reelegido ad-perpetuum en el cargo. Entre otras “perlas” y con motivo del Bicentenario 2025, pretendió profanar la trascendencia histórica e intangible de la República. Quiso sobreponer su imagen a la memoria de los Libertadores Bolívar y Sucre, legadores de nuestra costa marítima. Engatusó con el cuento chino de segura reposición oceánica.
La alocada “conducción” gubernamental de la política exterior sin vocación marítima –de prioridad A-, no auscultó, no compulsó, no examinó ni verificó documentadamente, cuándo la contraparte demandada ante la CIJ, habría asumido el compromiso oficial para entablar negociación formal con el Estado boliviano en el tema reivindicatorio. Con omnímodo poder y costoso equipo jurídico-judicial, no sopesó ni columbró que el dictamen saldría a Bolivia por la culata.
Sin disparar ni un tiro y “al tiro nomás”, las aguas costeras permanecieron pacífica y geográficamente situadas donde las ratificó la decisión del tribunal mundial.
Respirando los buenos aires, el falso indígena, ahora manda a cómplices y adulones estipendiados, escamotear, condicionar, oponerse, obstaculizar, reprochar, cuestionar, amenazar, chantajear, interpelar, censurar y plantear reglas de juego abrasivas en Bolivia. Trata de sugestionar en el sentido que la “víctima” de todo es él. Deja de lado la estafa e incumplimiento de deberes presidenciales, respecto a su dolo y culpa personal que derivó en el monumental escarnio marítimo a los bolivianos. Insólita e imperdonablemente, ninguno de los Poderes Públicos o autoridad alguna le exigió rendición de cuentas inexcusables del fracaso. La generosa voluntad hacia la Patria sin mar, inspira a estudiosos/investigadores y ciudadanos dolidos, quienes recurrentemente actualizan la irresarcible sumersión.
Atreviéndose a sugerir normas, la frialdad masista permanece muda desde que atizó la zozobra de nuestra demanda. En el amargo Día del Mar, es propicio ofrendar transida recordación a la mayor desgracia nacional, ignominia a manos de la irreprensible inconducta 2006-2019.
Entre el desorden, anarquía y ciertas “coincidencias” actuales, fluye en la sociedad la sensación de congraciamiento y obsequiosidad hacia el régimen vende mar. Se torna suspicaz el aflojamiento oficial del expediente de “pacificación” inicial, postulado venido a menos, visto como pábulo sin cambió de ruta ni de timón que, asimismo, lastima a la moral promarítima aún latente.
El sesudo editorial de EL DIARIO, domingo 1 de marzo/2020, “Los comunistas en el gobierno de Evo Morales”, inquiere: “¿Por qué algunos sectores del Gobierno de transición hacen la vista gorda?”.
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