Clepsidra
Cuando le preguntaron a Albert Einstein cómo sería la Tercera Guerra Mundial, él respondió: “No sé cómo será la Tercera Guerra Mundial, sólo sé que la cuarta será con palos y piedras”.
Desde hace dos décadas, ante el rápido avance tecnológico, y frente al conflicto bélico de proporciones bíblicas, como fue la guerra del Golfo Pérsico, estamos cada vez más convencidos de que la Tercera Guerra Mundial será: sin grandes campos de batalla, sin cuantiosas tropas, sin armas convencionales, pero con armas más destructivas que éstas, como las económicas, arrasando con la moneda de la nación enemiga o, las biológicas, aniquilando gran parte de su población civil.
En lo que nos toca vivir, recordemos que hace dos años exactamente, comenzó un conflicto comercial entre los EEUU y China, cuando Donald Trump anunció la intención de sancionar a los productos chinos por un valor de 50.000 millones de dólares, con el argumento de que esta nación asiática había incurrido en graves prácticas comerciales de deslealtad y delitos indiscutibles de piratería intelectual. Casi inmediatamente China retrucó dichas medidas, imponiendo aranceles a más de 140 productos de exportación norteamericana, desatando el inicio de lo que calificaríamos, sin aspavientos, como el inicio de una Tercera Guerra Mundial.
Los primeros frutos de una “victoria estadounidense” fueron conocidos cuando China acusó una supuesta desaceleración de su economía, al bajar su crecimiento del casi 7%, en 2018, al 5, 5% en lo que va de este año 2020, fenómeno que tuvo un impacto en la economía mundial, haciendo caer las bolsas de todo el mundo, pero, la bolsa china quedó curiosamente en positivo. ¿Coincidencia? o ¿Milagro?
Al mismo tiempo Trump, al fragor de esta victoria parcial, sin leer la historia de la Segunda Guerra Mundial, cometió el craso error de abrirse también los frentes de su aliada Europa, menospreciando la arremetida china que consistió en demoler las economías productivas que negociaban con ella, y sin disparar ni un solo tiro, con la misma crisis del virus creado por ellos, comprar billones de dólares en acciones de empresas mundiales, estando muy cerca de controlarlas.
Esa magistral estrategia de guerra, sólo atribuible al genio chino Sun Tzu en “El arte de la Guerra”, fue usar el capitalismo, como arma, contra su propio sistema, utilizando las redes sociales para viralizar aún mejor ese veneno que nos tiene arrodillados a medio planeta, menos a países como Rusia, Corea del Norte, Cuba y hasta la pobre Venezuela que, al parecer, gozan del antídoto que pronto lo pondrán a la venta de los incautos que nos comimos semejante embuste.
Entretanto, en la China ya comenzaron a desmontar las carpas del circo montado con los hospitales de miles de camas, agradeciéndole al mundo por el servicio prestado, y por la enorme ganancia de poder y dinero a favor de una China comunista que nos soterró en nuestras habitaciones, aplicándonos suavemente el suplicio chino.
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