Los últimos treinta años ha sido tiempo para que los países de América Latina y el Caribe intenten integrarse al comercio mundial: lo han conseguido solamente en parte mediante la oferta de mercadería propia de las diferentes regiones o, en casos, mejorando la existente en el comercio, especialmente europeo; pero no alcanzaron todo a lo que aspiraron. Muchos procesos regionales de integración han tenido como objetivo la unión con países ricos y desarrollados y casi siempre han tropezado con dificultades o condiciones onerosas que no podían cumplirse.
Hoy, al cabo de que la economía mundial ha sufrido cambios radicales, todo muestra que los países europeos estarían en condiciones de aceptar a países pobres y subdesarrollados no solo de América Latina y El Caribe sino de África y Asia que han alcanzado, principalmente en el continente asiático, avances notables no solamente en la creación de riqueza, sino hasta en el perfeccionamiento de tecnologías que les ha permitido superar la producción en calidad y cantidad.
Hay conciencia en América Latina y el Caribe de que no es posible superar obstáculos si no son solucionados los problemas de pobreza y carencia de empleo; este último factor es causante, en muchos casos, de un rezago muy peligroso para el desarrollo, porque jóvenes profesionales y con posibilidades de mucho perfeccionamiento no pueden conseguir condiciones favorables para su especialización o, si logran hacerlo, siempre está condicionado por quienes podrían cooperar con ellos para alcanzar los objetivos esperados y los colocan en situación diferente a la que tienen sus propios profesionales que buscan especialización.
Lo conveniente para los países pobres es contar con fuentes de producción que crezcan permanentemente y que sus productos sean competitivos para lograr cantidades de provean al mercado interno y consigan lo suficiente para exportar; luego, estaría el caso de los mercados de países ricos que abran sus compuertas para lo producido por los pobres y que ello tenga continuidad. Por su parte, los países que hayan ingresado al proceso tendrían que contar con las suficientes políticas de respaldo y garantía para los inversionistas y para quienes actúan en los campos de estudios y especialización; igualmente, que aseguren la provisión de empleo donde desarrollen los conocimientos adquiridos y se complementen con los trabajos del personal existente al que, con el tiempo, logren especializar.
Liberar el comercio para generar empleo tiene que ser objetivo a seguir por los países que se han liberado de regímenes totalitarios que, infelizmente, han abundado en los países pobres y que, en los últimos tiempos, por voluntad de los mismos pueblos, tienden a desaparecer para bien de jóvenes profesionales y países que buscan ser libres de la dependencia y la pobreza mediante labores integradoras conjuntamente los países ricos.
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