Cuando haya pasado el tiempo del coronavirus, el país requerirá recuperarse física y moralmente; en todo caso, será un tiempo difícil, pero con la diferencia de que durante el período crítico en que todos podríamos ser víctimas de la enfermedad, se ha conseguido unidad con vocación y sentido de solidaridad, se ha tomado en cuenta que no estamos libres los seres humanos de caer en los precipicios de alguna enfermedad o de cualesquiera desgracias que pudiesen sobrevenir.
El tiempo que pase y que se espera sea muy corto, debería servir para que lágrimas y heridas terminen, para que todos los que sufrieron por la pérdida de algún ser querido o hayan sufrido por el tiempo de aislamiento o prevención por tratamiento debido a haber contraído el mal, restañen sus dolores y convengan en que, felizmente, habría pasado el peligro y retornen a la normalidad. Este tiempo, pues, debe ser para pensar, para sacar conclusiones de lo pasado, para ver cómo y cuándo prevenir los posibles males que pudiesen acecharnos; en fin, un tiempo que no puede pasar como la saliva por la garganta sino un tiempo que se recuerde siempre y sean adoptadas medidas que nos enseñen a cuidar a la familia y prevenirlas de cualquier mal o desgracia. Lo que haya pasado será duro y doloroso, amargo y hasta insoportable para algunos que hayan tenido que sufrir por el estado de varios familiares.
El empresariado privado y público deberían aprender de las lecciones de estos días o semanas; sacar conclusiones de los quebrantos y pérdidas que hayan sufrido, de la carencia de producción y la disminución de ventas y hasta exportaciones padecidos; deberán enfrentar las pérdidas económico-financieras habidas y hasta empezar de nuevo, pero hacerlo con mucho coraje y vocación por superar, por vencer, por pasar como una pesadilla lo sufrido, pero atenidos a los propios valores, haciendo acopio del coraje y las virtudes que cada uno posee y hacerlo con el apoyo de las familias que, al fin y al cabo, son la razón y sostén de todo lo que se hace o emprende en la vida.
El empresariado privado tiene las condiciones para enfrentar cualquier desafío; puede y debe tener en cuenta que no es la única crisis que padece y que lo que venga será más llevadero porque lo pasado en este tiempo fortalecerá cada virtud y capacidad. El gobierno no solo deberá acudir en ayuda de las empresas públicas; deberá tener en cuenta al sector privado y apoyarlo, darle facilidades para créditos y exportaciones, para atender las obligaciones sociales. Mientras haya un trabajo solidario y mancomunado entre gobierno y empresariado privado será más fácil y realizable lo que haya que emprender; lo importante es saber que de cada caída debe sobrevenir el levantarse, pero con mayor coraje y dinamismo, con espíritu que sabrá vencer y no arredrarse ante lo malo que sobrevenga, porque cada quien está imbuido de la fuerza de espíritu necesaria.
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