La temible pandemia del coronavirus que afecta al país afortunadamente se encuentra bajo control debido a las oportunas y enérgicas medidas sanitarias dictadas por el gobierno, así como por ser aceptadas y cumplidas por la población. Sin embargo, al parecer no se ha considerado un problema difícil de ver y tan grave o más grave aún que la enfermedad viral y que consiste en los efectos de las disposiciones emitidas para evitar la propagación del mal.
Ese problema –lo decimos a calzón quitado- es la posible escasez de alimentos que registra el país y que puede agravarse más a corto que mediano plazo. En efecto, nuestra agricultura tiene una bajísima producción de productos alimenticios, lo que ha determinado que gran porcentaje de la población consuma en alta proporción alimentos importados oficialmente o de origen en el contrabando masivo.
A ese problema se suman otros factores como el cierre de fronteras, restricciones que aplican países vecinos, parálisis de las importaciones, baja utilización de los caminos internos, limitaciones al transporte, dificultades de los transportistas y otros. Otro aspecto notable, agregado a los anteriores, es la creciente escasez de divisas que dispone el Estado, debido a los menores ingresos nacionales por la caída del precio del petróleo que, ha bajado a cerca de veinte dólares el barril, después de haber alcanzado el récord de 15O durante el gobierno del doble septenio de Evo Morales.
El panorama es, pues, alarmante, al que se agrega que, paralelamente, puede presentarse el hambre en sectores pobres y vulnerables al coronavirus, enfermedad orgánica que, al causar caída de las defensas orgánicas, facilitaría el brote de otras epidemias, como ocurrió durante crisis alimentarias y sequías que sufrió el país en otras oportunidades.
Las medidas preventivas del gobierno son adecuadas, pero, al parecer, no se tomó en cuenta, los efectos referidos que, de producirse, podrían complicar la situación general. Es más, si el gobierno no revisa su política de control actual, podría precipitar una situación aún más preocupante. Se debe, pues, actuar con rapidez ya que una crisis alimentaria por esas causas sería inminente.
Se debe subrayar que la presente crisis de escasez de alimentos y de vivir de importaciones se debe a la política económica, que aplicó durante catorce años, el gobierno irresponsable de Evo Morales, gobierno que, gozando de abundancia de dólares, -como nunca sucedió en el país-, se dedicó al despilfarro y obligó al pueblo a consumir alimentos de origen extranjero y despreciar la producción nacional y, a la par, concentrar su política aumentar el cultivo de coca. Por ejemplo, se recuerda que solo en los últimos cinco años se duplicó la importación de harina de Argentina, importación que en divisas pasó de 70 a más de cien millones de dólares (según el Instituto Nacional de Estadística). La agricultura del país está en ruinas, excepto la gran agricultura de la soya y sorgo, etc. en el Oriente, que se destina a la exportación. Por otro lado, 500 mil hectáreas de tierras cultivables del altiplano han sido abandonadas y se desertifican.
Enfrentamos una posible catástrofe social que requiere atención inmediata de las autoridades para ser evitada y así no seguir el camino del “socialismo” de Venezuela que malgastó sus reservas, mató su agricultura, se dedicó a la importación de alimentos y hoy apenas puede alimentar a su pueblo.
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