Al margen del mal mundial que se ha presentado con el coronavirus, no ceja en su crecimiento la acción del narcotráfico que, en todas sus formas de procedimiento, alcanza en el día a día proporciones inmensas. Casi todos los continentes se ven enfrentados a la presencia cada vez mayor de ofertas de diversos artículos o drogas alucinógenas que son producidas a nivel mundial, porque a los productos tradicionales, como son la cocaína, la heroína, la marihuana, se añaden otros que son producidos en laboratorios que poseen la mayor parte de los países ricos y desarrollados.
La fabricación de precursores o químicos necesarios para la elaboración de drogas es permanente. Lo irrisorio es que los países que fabrican esos precursores, que reclaman para que los países productores de droga disminuyan y hasta supriman la producción de drogas alucinógenas, para ello no dan ni un paso a fin de evitar la producción y comercialización a nivel mundial de precursores necesarios para la elaboración de drogas.
Países asiáticos libran duras batallas contra los productores de heroína y otros productos opiáceos, pero sus gobiernos hacen muy poco o nada para contener la producción masiva de amapola y otros vegetales necesarios para la producción de la heroína. Quienes combaten al narcotráfico en Asia tropiezan con los mismos problemas que los que producen cocaína y otros: provisión segura y permanente de precursores y la acusación permanente de que ellos, como productores de droga, son culpables del incremento de consumo. Lo cierto es que nada se hace por suprimir la fabricación de químicos e hidrocarburos necesarios para la elaboración de drogas y, al contrario, fomentan no solo la producción sino su libre comercialización.
En medio de esta lucha sin cuartel en la que llevan las de perder los países productores, los narcotraficantes incrementan sus utilidades y lo hacen seguros de contar con el apoyo internacional de comercializadores y consumidores que no cejan en sus demandas de una provisión mayor porque el consumo les exige mayores cantidades. ¿Qué hacer ante la mirada pasiva de ricos y desarrollados que no solamente aceptan que sus pueblos demanden más droga, sino que también son proveedores de precursores para una mayor fabricación? ¿De qué sirve que sean incautadas miles de toneladas de droga si la producción se ve hasta quintuplicada debido a la mayor demanda? ¿De qué sirve hablar de contener al narcotráfico si factores de lucha, como la DEA de los Estados Unidos, son suprimidos? La verdad es que todos los países pobres, productores de drogas, deberían unirse para adoptar medidas que permitan radicalizar la lucha contra las drogas alucinógenas; de otro modo, el narcotráfico seguirá creciendo imparablemente.
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