Yackieline Tórrez, psicóloga
Estamos viviendo situaciones complicadas y debemos quedarnos en casa cumpliendo la cuarentena en familia, esto puede generar conflictos en nuestros hijos y, como padres, debemos ayudarlos y guiarlos para aprender a sobrellevar la frustración.
Cuando hablamos de tolerancia a la frustración, nos referimos a la amarga sensación de impotencia, rabia y tristeza por no conseguir aquello que deseamos. Los niños, especialmente los más pequeños, tienen conductas que son consideradas por los adultos como egoístas. Efectivamente, así es, sin embargo, es necesario quitarle a esa forma de comportarse la connotación social o el juicio peyorativo que nosotros ponemos.
La misma forma parte del desarrollo normal del ser humano y va alcanzando progresivamente mayores niveles de madurez neurológica, tanto a nivel motriz como intelectual o cognitivo. Entre los tres y los seis años, los niños se consideran el centro del mundo, los demás no existen.
A esta edad, la capacidad empática es aún un proceso muy precario e indefinido y no es hasta los seis años cuando se inicia la etapa de la empatía cognoscitiva o la capacidad de ver las cosas desde la perspectiva del otro, que alcanzará su madurez definitiva en torno a los 10 y 12 años con la empatía abstracta o social.
Saber esto ayuda a entender la razón por la cual los niños pequeños se comportan de forma narcisista. Ahora bien, de la misma forma que nacemos programados para el lenguaje, necesitamos del entorno para producirlo. También necesitamos aprender a ser empáticos y a tolerar la frustración con ayuda de los demás; con especial protagonismo de los padres, quienes son los referentes fundamentales en edades tempranas.
Es imprescindible tolerar la frustración y eso se aprende. Hay niños con tendencias de personalidad que estarán más predispuestos y otros más resistentes, pero esta es una aptitud, una habilidad que como tantas otras necesita modelaje y herramientas para ser incorporada.
No ser capaces de tolerar la frustración nos convertirá en adultos emocionalmente discapacitados. La vida va a traer frustraciones sí o sí, no siempre nos va a dar aquello que deseábamos incluso esforzándonos mucho. Esto es una realidad y no preparar a nuestros hijos para ello es debilitarles, es dejarles sin recursos de afrontamiento.
Nuestro papel como padres y educadores debe ser el del acompañantes emocionales cuando la frustración aparece y duele, reconociendo y validando la emoción primero y ayudando a generar soluciones alternativas después. Pero debe ser el propio niño quien, sintiéndose comprendido y contenido, sea capaz de generar una solución alternativa. No debemos compensar nosotros lo que él falló ya que evitaremos al niño la posibilidad de trabajar aptitudes esenciales como la paciencia, la aceptación, la solución de problemas, la demora del refuerzo y la creatividad.
Ideas para sobrellevar la frustración
- Deja que haga aquello que puede hacer, aunque lo haga despacio y mal: Aunque se equivoque o no lo haga de la forma en que tú lo harías. Con ello estás capacitándole para vivir el error como algo positivo que nos indica cómo no hacer las cosas (luego es un camino, un faro) y estás desarrollando en él la percepción de logro y competencia personal, ambos pilares de una autoestima sólida y resistente a los reveses.
- No compenses el error haciéndolo tú: Deja que lo vuelva a intentar e invítale a encontrar por sí mismo nuevas rutas para resolverlo. Permanece a su lado, tu papel es ofrecer contención y seguridad para que él encuentre su forma de hacer las cosas.
- Sé referente: Los niños aprenden, sobre todo, por modelaje y nosotros somos los modelos a través de los cuales filtran la realidad y aprenden a estar en el mundo. Si tú vives el error como algo negativo, si abandonas la tarea cuando te frustras, si vives un revés cotidiano de forma agresiva, estás siendo incoherente con lo que pretendes transmitir. Revisa tu forma de afrontar el fracaso, la frustración y el error. Para educar hay que reeducarse.
- Ayúdale a canalizar la frustración de forma constructiva: es necesario que aprenda a identificarla, nombrarla y después encontrar una manera de desactivar la agresividad que pueda generar con sencillas técnicas de respiración diafragmática o ejercicio físico intenso (saltar y gritar).
- No minimices ni anules el llanto: Llorar es una respuesta necesaria, positiva y posterior a la agresividad que genera la frustración, por tanto, es un paso previo para neutralizar la impotencia y sentirnos más preparados para el aprendizaje posterior.
- Sé empático de verdad: Escucha sus razones y trata de que hable sobre todo de emociones, de cómo se siente. Hablar de ello, es el principio de la aceptación y por tanto, de empezar a encontrar sus propias maneras de resolverlo.
- La persistencia en la tarea no tiene que ser seguida ni insistente: Si el niño está intentando algo que no consigue y se frustra, puede ser bueno cambiar de actividad y volver a ello más tarde, cuando el ánimo haya cambiado. Negócialo con él previamente.
- Dale la ayuda justa y cuando la pida. Es importante que aprendan también a pedir ayuda cuando sientan que la necesitan, pero no des más de lo que es necesario, dale solo aquello que le permita seguir por sí mismo.
En definitiva, no te preocupes demasiado por cuánto puedes hacer por tus hijos, sino por cuánto pueden hacer por sí mismos y cuánta solidez vital han construido, gracias a cómo fueron educados. Esa paciencia que deseas que tengan tus niños será aprendida y reflejada por ti, así que a trabajar y buscar diferentes alternativas para sobrellevar estos momentos que pasamos en cuarentena, teniendo pensamientos y actitudes positivas, de seguro harán que las cosas se sobrelleven junto a nuestra familia.