Clepsidra
De pronto, en medio de un silencio ensordecedor, todo quedó inmóvil y, hasta el reloj de la iglesia que acompañó mi infancia, detuvo sus campanadas. El mundo entero paralizó su marcha, al ritmo que le impone un maléfico virus, dejando a su paso un tendal de muertos en casi todos los países del planeta.
Quienes habitamos por más de siete décadas en este mundo, no recordamos un fenómeno similar al que estamos atravesando, muy propio al de los relatos bíblicos que, con carácter profético, son anunciados en el libro de las Revelaciones de Juan. Empero, sin pecar de tremendistas, y menos de pesimistas, consideramos que esta pandemia que nos asola tendrá un fin feliz y pasará a los anales de la historia, como una más de esas pestes que atribularon a la humanidad desde tiempos remotos, y una prueba dirigida a la humanidad, para mudar su conducta.
Como despertando de un mal sueño, volveremos a un mundo distinto, donde apreciemos a la naturaleza con el amor y respeto que merece. Baste ver hoy, en las canchas del Club de Golf de Mallasilla, la aparición de cervatillos y nuevas especies de aves que, ante la ausencia del humano, vuelven a posar su paso por allí, o las gradualmente limpias aguas del Choqueyapu, libres de las aniquilantes descargas industriales que las contaminan desde tiempos inmemoriales.
Algo similar está pasando en los ríos de Santa Cruz, donde han vuelto a aparecer especies de peces que parecían haberse extinguido hace muchísimo tiempo. Ese portento, o es el anuncio del Apocalipsis, o es el anuncio de un mundo mejor.
Esta versión optimista del fin de la pandemia tiene, asimismo, sus aristas espeluznantes, como los demonios de ojos rasgados que la liberaron generando una guerra biológica, a través de agentes del mal, que tienen como principal tarea diseminar el virus por todos los confines del planeta; y los transmisores gratuitos que, como Evo Morales, ven en esta catástrofe “la victoria de una supuesta tercera guerra mundial por parte de la China, sin disparar ni un solo tiro”.
En este punto, es preocupante la salud mental del ex dictador cocalero cuando, con frecuencia esquizoide, incita al exterminio colectivo de nuestra sociedad, con la naturalidad de un asesino serial. Si no es hacer saltar por los aires la planta de Senkata, llevándose por delante miles de víctimas alteñas, imparte consignas para dejar sin alimentos, agua y medicinas a sus propios coterráneos y, desde su mansión bonaerense, instruye la interrupción de la cuarentena en nuestro país, para lograr su ambicionado retorno, a través de una solución por el desastre.
Es más, irrespetando al Caballero Andante, sugiere la quijotada de utilizar la casa del pueblo como refugio de esos paisanos, que él financia para cruzar las fronteras, y lanzar desde el piso 22, sus virus, diatribas y bombas a Dña. Jeanine.
De semejante actitud, sólo podemos inferir que: la soledad; el excesivo consumo de psicotrópicos; la ansiedad por la captura de su lugarteniente Faustino Yucra, verificando la autenticidad del video narcoterrorista; el coronavirus, etc., son la matriz de estas evadas atormentadas.
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