En estos tiempos de crisis a raíz de la pandemia por el coronavirus, estamos siendo testigos de los cambios que se están produciendo en el mundo. Como diría el israelí Yuval Noah Harari (docente universitario y conferencista mejor pagado a nivel internacional), "los procesos históricos avanzan rápidamente (...). Se comienza a usar tecnologías inmaduras e incluso peligrosas, porque los riesgos de no hacer nada son mayores. Países enteros sirven como conejillos de indias en experimentos sociales a gran escala. ¿Qué sucede cuando todos trabajan desde casa y se comunican solo a distancia? ¿Qué sucede cuando escuelas y universidades enteras funcionan online? En tiempos normales, los gobiernos, las empresas y las juntas educativas nunca aceptarían realizar tales experimentos. Pero estos no son tiempos normales".
Bolivia no está exenta de lo que mentara el israelita sobre el uso de las nuevas tecnologías de la información y comunicación (NTICs), y de la variedad de “apps” (aplicaciones) que se han convertido en la actualidad en moneda común.
Es muy probable que los días de cuarentena sin las NTICs habrían sido insufribles, imaginemos por un momento no estar conectados a Facebook, a Twitter, a YouTube, a Tik tok, a Instagram o al WhatsApp.
Estos encierros son más llevaderos porque hay “mil formas” para no aburrirse, debido a que se puede acceder a la información o al conocimiento al instante y ni qué decir por la amplia gama de juegos.
Hay que ir adaptándose (resiliencia) a esta nueva realidad, muchas de las buenas prácticas del trato social ya no podrán ser iguales que antes, los contactos face to face (cara a cara) solo podrán ser manteniendo la distancia de por lo menos un metro y medio, las reuniones, las concentraciones o las aglomeraciones han sido proscritas hasta nuevo aviso.
Tal vez a contracorriente de lo que sucede en el mundo y como un hecho curioso es el dictamen del Tribunal Constitucional Alemán que avaló las marchas o manifestaciones siempre y cuando se “respete las normas sobre distancia física”.
Por otra parte, los estudiantes por un buen tiempo ya no podrán asistir a clases, los profesores están cuasi obligados a implementar otras modalidades de enseñanza, son buenas opciones los cursos online, el aula invertida, classroom, moodle, zoom, blackboard y otros, que de forma trepidante se han puesto muy de moda. En algunos casos los docentes han demostrado mucha sapiencia y profesionalismo, pero en otros se ha podido evidenciar que existen serias deficiencias en la aplicación de las herramientas tecnológicas.
Uno de los errores más frecuentes es pretender recuperar “el tiempo perdido”, pues avanzan los temas de modo acelerado, efectúan las clases por internet como si fueran lo mismo que las presenciales, sin reparar en las particularidades que tiene esta modalidad, dado que no siempre la voz expresada por el docente es audible, hay interferencias, la señal es mala; a veces el sistema está colapsado porque son emitidas en “horas pico”, a la par asignan tareas a diestra y siniestra.
Además se debe tomar en cuenta que no siempre el nivel de concentración de los educandos es el óptimo, si en clases presenciales suelen perder el “hilo”, ¿qué se podría esperar en clases virtuales? Hay que tener en cuenta que muchos de los estudiantes no están acostumbrados al “electronic learning” (aprendizaje electrónico), consecuentemente, como primera medida se requiere procesos de inducción o adiestramiento.
Otro aspecto importante es que los maestros realicen su labor progresivamente, no se debe saturar con tareas, las clases deberían ser amenas, didácticas, mejor si son con más gráficos y menos letras, además que el “feed back” (interactivo) debe ser una constante y no una excepción.
Las cosas han cambiado y de igual forma la educación, existe un antes y después del coronavirus, la presencia de la inteligencia artificial y de la revolución tecnológica es un hecho; es como un piélago de herramientas informáticas que pueden ser muy favorables en el proceso enseñanza-aprendizaje, siempre y cuando se las use correctamente.
Siendo así, ya no tiene mucho sentido pedir a los estudiantes que memoricen las fechas de independencia de los países o del nacimiento de las celebridades, puesto que con solo apretar una tecla tenemos la respuesta inmediatamente.
El acceso al conocimiento se ha universalizado y en buena hora, pero está claro también que el Estado debe proveer internet incluso a las poblaciones más lejanas (en otros países es parte del catalogo de los derechos fundamentales, verbigratia Estonia); con esto desaparecerán las odiosas diferencias entre campo-ciudad, y todos podrán tener las mismas posibilidades de adquirir conocimientos.
Sin embargo, hay algo fundamental y que no se debe perder de vista, los cursos online requieren de mucha disciplina y el ser autodidacta ayuda mucho.
El maestro debe reinventarse, no basta la cantidad de títulos que pueda tener. El ser un buen maestro también implica ser buena persona, “el primer principio de la educación es predicar con el ejemplo”.
El autor es Politólogo – Abogado.
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