Yo sé quién soy", decía Don Quijote. Y esa es la clave de toda educación auténtica y verdadera: ser capaces de abordar las contingencias, adaptarse a la realidad para transformarla y dejar nuestra huella.
Pasará Esta Maldita Pandemia
En una peligrosa fase del camino, el cansancio de vivir.
Pasará esta maldita pandemia y los que sobrevivan tendrán
que reflexionar y sacar consecuencias. Todo parecía programado y controlado en nuestras sociedades. Estamos comprobando y padeciendo que no es así. Pero no debemos amilanarnos y en este tiempo que parece un mal sueño, tenemos que reflexionar y atrevernos a poner remedio a este destrozo del medio ambiente, de los excesos en la población que está disparada en progresión exponencial.
Nos inclinamos, mordemos los dientes y estamos pasando una auténtica demostración de que no todo es crecimiento si no hay justicia, equidad, sentido de la mesura y coherencia en un planeta devastado y con unos dirigentes políticos y sociales que han perdido el sentido de la cordura. Nos estábamos despeñando y llegó un “virus” que nos ha puesto boca abajo a todos. Una cosa es estar vivos y otra es vivir la vida, escribió Alex Rovira en una sugerente reflexión. Cierto que él la abordaba desde la necesidad de hacernos una hoja de ruta personal escrita con descripción de los motivos del cambio, con un listado de objetivos concretos, con los recursos para conseguir esos deseos y nada menos que con la
fijación del tiempo de realización. Y que lo firme para rubricar el compromiso.
Todo este proceso me recuerda los manuales norteamericanos de autoayuda, usted sí que vale, usted puede conseguirlo, la voluntad lo alcanza todo. Con las consiguientes frustraciones propias de las dietas exprés de adelgazamiento o los cursos para aprender inglés en siete días. A mí no me parece serio. Quizás porque, en mis 83 años, vividos con la intensidad que he sabido y podido, me alarman estos voluntarismos que tanto daño han hecho cuando generaciones de padres pretendieron que sus hijos alcanzaran metas profesionales, académicas y laborales que ellos jamás pudieron, claro, “¡porque eran otras épocas y no teníamos todo lo que ustedes tienen!”
Mi experiencia como Profesor de universidad en la que he estudiado y enseñado, reflexionado y compartido los saberes durante 50 años, me ha mostrado las consecuencias de esa locura de valorar más el tener que el ser, el conseguir grados antes que la sabiduría, el transformar la memoria en un almacén en lugar de ayudar a construir una cabeza bien estructurada. “No se trata tanto de una cabeza bien llena como de una cabeza bien organizada”, decía Montaigne.
Ese lanzarse a conseguir unos objetivos por todos los medios, aun poniendo en juego la felicidad personal, no produce ciudadanos maduros e integrados. Sostener en la práctica que “vale más lo que más cuesta” es otra aberración que ha producido ingentes víctimas.
¿Qué es eso de que vale más? A mí no me cuesta querer a mis nietos, a mis hijos, a mi añorada esposa, a mis padres y hermanos, a mis amigos y a mis discípulos. Ay de mí si no amase. No me cuesta y me llena de satisfacción y vale inmensamente más que todos los títulos, grados, honores y distinciones que he recibido en mi vida profesional y académica. A mí me encanta, disfruto y me siento vivo al dar clase, al dirigir seminarios, al escribir artículos y libros y al
pronunciar conferencias. ¿Eso no vale porque “ellos” dicen que no me cuesta? ¡Que me lo pasaba bomba! Si yo les contase...
No es cierto que es más feliz el que más tiene sino el que mejor se siente consigo mismo y con su entorno. Ser, estar, saberse, quererse, aceptarse, asumir los fallos, acoger a los demás y dejarse abrazar y querer por los demás. Ser capaz de reírse de nuestras propias limitaciones, de caer y saber levantarse con una sonrisa...
“No es cuánto más, mejor; sino cuánto mejor, más”, llevo
repitiendo durante décadas. La voluntad tiene su sitio en la formación de la persona, y es cierto que pueden los que creen que pueden y que una persona cabal alcanza aquello que anhela profundamente. Pero porque es cabal y no un iluso ni un fantasioso. Las grandes conquistas se hicieron realidad porque alguien las soñó primero. Por supuesto que la imaginación es tan fundamental como el razonamiento, la ilusión y el esfuerzo necesario. Para llegar a aquella meta feliz de los que “lo hicieron porque no sabían que era imposible”.
Imposible para los pusilánimes y no para quienes se deciden a avanzar, porque no hay que esperar por las órdenes de nadie. Recuerdo a Einstein “los que dicen que es imposible no deberían molestar ni interrumpir a los que lo están haciendo”. En donde quiera que me encuentre siempre he tenido un cartel invisible en la puerta: “El que no tenga nada que hacer, que no lo venga a hacer aquí”. Los expertos siempre encargan las cosas más urgentes a la persona más ocupada. Ésa encontrará el tiempo para hacerlo.
“Yo sé quién soy”, decía Don Quijote. Y esa es la clave de toda educación auténtica y verdadera: ser capaces de abordar las contingencias, adaptarse a la realidad para transformarla y dejar nuestra huella.
Educere… Sacar lo mejor de cada uno.
Para alcanzar la maduración, para ser uno mismo, para ser felices, pues ese es el más profundo sentido del vivir personal y social. Pues no se trata de alcanzar victoria alguna, que exige vencidos, sino el éxito de desplegarnos, de crecer, de madurar y de ser nosotros mismos. Yo tengo derecho a estar aquí... aunque en estos momentos aciagos en un desconcierto que me desborda. Temo que deje ya de importarme la vida y la lucha que he mantenido por hacerla un poco mejor para todos. Más humana, más justa y más solidario. Hoy es una de estas tardes en que me parece estar dentro de un mal sueño... y casi no importarme... despertar. Para quienes me han conocido... no es un buen augurio. En estos días me siento vacío y cansado de vivir sin referencias.
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