Contra viento y marea
Bien, el título no deja de ser un sarcasmo, porque entiendo que ante el desempeño excesivamente ostentoso de la periodista Roxana Lizárraga, en términos de apariciones y cuya línea delimitante con el histrionismo era muy frágil, el giro de perfil por el que la primera mandataria optó, fue de 180 grados al haber designado a una ministra a la que no sólo no se la ve, pues lo peor es que su desenvolvimiento en el despacho que ocupa, es poco menos que nulo.
Y es que a casi tres meses de su posesión en el cargo, la ministra Fernández ignora que los gobiernos deben comunicarse con los ciudadanos, de manera clara, planificada y coherente; porque la comunicación es estratégica y debe conducirse de manera no solo proba, sino también profesional. Entonces, la capacidad oratoria del jefe de Estado resulta asunto marginal. Por eso, en la comunicación gubernamental existen herramientas específicas que quien funge como cabeza de ese sector no puede desconocer sin el riesgo de que la gestión del gobierno al que representa, o quede en el más completo desconocimiento para la ciudadanía o sea tergiversada.
Lo cierto es que en nuestro país, la comunicación gubernamental no se ha puesto a tono con las políticas de gobiernos de la región, en que su relevancia se remonta a varias décadas atrás, dejándose de lado la visión anterior de la hija menos glamorosa de la comunicación política, que en general solía centrarse en la comunicación electoral del partido de gobierno y, por supuesto, de forma absolutamente tendenciosa y parcial a los intereses de quien circunstancialmente se hallaba a la cabeza del Poder Ejecutivo; esto es, en las campañas o en el tratamiento de encuestas, como sucedió con descaro en el anterior gobierno.
Hoy la comunicación ha adquirido ribetes diferentes porque un trabajo eficiente en ese ámbito, debe ser más sostenido y menos heroico; esto es, sin picos por coyunturas que beneficien al poder político y sin melodramas que la hagan reticente a la sensibilidad de la gente. De esta manera, el mensaje que se debe enviar tiene que estar dotado de elementos que logren una imagen institucional del gobierno, que sea exitosa.
La inesperada circunstancia por la que atraviesa nuestro país, derivada de la presencia ya importante del COVID-19, exige una comunicación fluida y por quien esté llamado a ello; mas resulta que la Ministra del ramo se ha convertido en elemento decorativo del gabinete. Todos sus colegas han dejado la gestión inherente a cada uno de sus despachos y lo han hecho en aras de un bien mayor: la salud pública. Es lo que corresponde hacer; arriesgando sus vidas y sometiéndose al escrutinio impío y aún mordaz de la opinión pública. En esa tarea agobiante, las altas autoridades del régimen brindan información por separado, no siempre uniforme entre todos. Para eso está llamada una Ministra de Comunicación, para ejercitar la agenda de la gestión gubernamental; con mucha más obligación en la extraordinaria coyuntura actual, en que se viene haciendo una serie de donaciones, adopción de medidas normativas y logísticas que deben ser comunicadas por Isabel Fernández que técnicamente es la vocera del gobierno nacional, es la interlocutora por antonomasia ante los medios de comunicación, es la que debe dar, como en las últimas semanas sucede por quienes no están llamados a hacerlo, los reportes sobre el comportamiento del virus en el territorio nacional. Y salvo que en alguna materia se requiera de conocimientos muy especializados de dominio únicamente del titular de una cartera cualquiera, la desaparecida Ministra de Comunicación debió estar diariamente, y con una capacidad de permeabilizar íntegramente las políticas de su gobierno, en todos los estratos sociales del país.
La pobrísima política de información del gobierno da lugar incluso a que los doctores de la corrupción durante catorce años, sin sonrojarse, cuestionen el destino de toda la cooperación interna y extranjera. Tratándose de la crisis general, se debe implementar un tipo de comunicación reactiva en que el gobierno a través de su cartera de Comunicación responda a todo cuestionamiento, porque el disenso social es imprevisible y la inoperancia de la Ministra, inexplicable.
El autor es jurista y escritor.
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