Algo más que palabras
“Son muchas las personas necesitadas, ya sean de aliento o de alimentos, porque esta pandemia lo que ha expuesto sin miramiento alguno son los paradójicos arbitrajes de nuestros mercados laborales”.
Podrán cortar todos los sueños, pero no podrán detener la vida; de ahí lo trascendente que nos puede resultar la utilización de un buen saber estar y mejor ser, o sea, de la utilización de un saludable tono y de un robusto timbre. Por ello, aún reconociendo el gran reto que supone para todas las gentes combatir la pandemia de COVID-19, no se puede caer en la desolación, hay que levantar el ánimo y ponerse siempre en camino. En todos los pueblos, más allá de la crisis humanitaria que padecemos y de estos momentos de incertidumbre que vivimos, hemos de ocuparnos de nosotros mismos y de preocuparnos por reanudar la actividad, de manera que se mantengan los avances conseguidos. No podemos instalarnos en el dejar hacer. Unos a otros tenemos que estimularnos en la acción permanente a través del razonamiento más comprensivo, pero asimismo más tenaz y persistente. Tengamos en cuenta que si impulsar la justicia social, en todos los continentes, es primordial para promover el trabajo decente; de igual modo, fortalecer eficazmente los sistemas de protección sanitaria, va a contribuir a estar mejor preparados en un futuro próximo ante la afectación de cualquier otro padecimiento infeccioso de los humanos, por muy extenso que sea geográficamente el contagio.
Ahora bien, sin servicios de salud esenciales vamos a la deriva, por mucho empeño que pongamos en nuestro diario de vida, ya que el mundo laboral se ve profundamente afectado por este tipo de sufrimientos virales, pues además de ser una amenaza para nuestra subsistencia, las perturbaciones a nivel económico ponen en peligro los medios de vida y el bienestar de la ciudadanía. No olvidemos que todavía hay demasiadas personas en el planeta excluidas de beneficios tan básicos como las vacunas. Por tanto, entiendo que los países han de priorizar la tarea de una mayor atención a la vigilancia de las dolencias y a la disponibilidad de trabajadores sanitarios capacitados; máxime en una época de tanto movimiento ciudadano, lo que nos demanda una mayor precaución para ayudar a mantenernos a salvo de las enfermedades, incluidas aquellas para las que ya disponemos de inoculación para niños y adultos.
Únicamente trabajando juntos superaremos la crisis. Naturalmente, tanto la Organización Internacional del Trabajo como sus gobiernos respectivos, coaligados con los trabajadores y empleadores, van a tener un papel decisivo en la lucha contra el brote de cualquier germen, pues han de velar tanto por la sostenibilidad de las empresas y los puestos de ocupación, como por la seguridad de las personas.
Indudablemente, hay que injertar en la sociedad un nuevo acento a esa resonancia batalladora, cuando menos para fortalecer los sistemas de protección social; y va a ser esa conjunción de fuerzas mundializadas las que nos van a dar posición y aire para superar esta catástrofe laboral ocasionada por la crisis del COVID 19. Sin duda, tenemos que estimular mucho más el diálogo, al menos para poder tomar la adopción de prácticas seguras en los lugares de faena.
Desde luego, la población ha de sensibilizarse, sobre todo en cómo hacer que la misión sea segura y vital. Quizás tengamos que dar un mayor peso político a la prevención. Como dice el refranero: más vale prevenir que curar. Por otra parte, tal vez tengamos que ser más consecuentes con nuestro obrar responsable, conocer nuestros derechos, también nuestras obligaciones y participar en la implementación de medidas preventivas. Nuestra respuesta ciudadana, entiendo, que ha de ser urgente y global. Son muchas las personas necesitadas, ya sean de aliento o de alimentos, porque esta pandemia lo que ha expuesto sin miramiento alguno son los paradójicos arbitrajes de nuestros mercados laborales. Pensábamos que lo teníamos todo bajo control. Pues no. La pobreza, ubicada en cualquier lugar, realmente constituye un peligro para la prosperidad de todos. Igualmente sucede con las tremendas desigualdades, es la raíz de todos los males.
En suma, no hay mejor tonalidad que la proeza de preservar una población sana y puede que la hazaña comience por la dicha del empleo, sin ser su cautivo, porque lo importante es cuánto amor invertimos en la donación. Personalmente la ociosidad me saca de quicio. Con razón se dice que el ejercicio es vida. De igual modo, hemos de indicar que la salud es bienestar. No es fácil mantener ese espíritu positivo, cuando sabemos por el Fondo Monetario Internacional que el COVID-19 ha propiciado una recesión global, poniendo al descubierto el enorme déficit de servicio digno que aún prevalece en 2020 y la vulnerabilidad de millones de trabajadores cuando se produce una crisis como la causada por la pandemia, ya que unido a la pérdida de millones de ocupaciones, se producirá un fuerte retroceso en los campos de igualdad y de crecimiento económico sostenible.
Ojalá tomemos el timbre de la concordia y al remo de todos hacia adelante, nos asistamos recíprocamente, después de entender la lección que nos ha dejado esta epidemia, pues, sin obviar a nadie, cada persona desempeña un singular mandato para poner fin a cualquier desastre. Tengamos en cuenta su participación siempre. Veámoslo todo bajo el prisma de los derechos humanos. La clarividencia del mensaje no admite duda: las personas, con sus enterezas y obligaciones, han de ser lo primero.
El autor es escritor.
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