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[Angélica Siles]

Desnutrición de niños en Bolivia, pandemia invisible


La Constitución Política del Estado establece en su Art. 37 que “El Estado tiene la obligación indeclinable de garantizar y sostener el derecho a la salud, que se constituye en una función suprema y primera responsabilidad financiera. Se priorizará la promoción de la salud y la prevención de las enfermedades”. El Art. 41. I expresa que “El Estado garantizará el acceso de la población a los medicamentos”. Dice el Art. 60 que “Es deber del Estado, la sociedad y la familia garantizar la prioridad del interés superior de la niña, niño y adolescente, que comprende la preeminencia de sus derechos, la primacía en recibir protección y socorro en cualquier circunstancia, la prioridad en la atención de los servicios públicos y privados, y el acceso a una administración de justicia pronta, oportuna y con asistencia de personal especializado”. Ninguno de estos mandatos supremos se cumple en su totalidad en Bolivia

Según la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), al día mueren por desnutrición 8.500 niños menores de cinco años en el mundo, ¡Cada 5 segundos muere un niño menor de 15 años por desnutrición!, los niños que viven en los países con mayores tasas de mortalidad tienen hasta 60 veces más probabilidades de morir en los primeros cinco años de vida que los de los países donde la mortalidad es menor, la mitad son recién nacidos. Muchas de estas muertes ocurren en los primeros 5 años de vida, y alrededor de la mitad son de recién nacidos y según las estimaciones de Unicef y otros, señalan entre las causas de la desnutrición: la pobreza, la desigualdad, las guerras, las sequías, los desastres naturales, la falta de acceso a alimentos y hasta la escasa educación, en su mayoría PREVENIBLES.

Los despilfarros del cocalero no han permitido erradicar el flagelo de la desnutrición y actualmente reducirla debe ser una de las prioridades para el sistema de salud. La desnutrición en niños menores de cinco años se concentra sobre todo en poblaciones rurales, hogares sin acceso a agua potable y/o saneamiento, o donde las mujeres tienen un bajo nivel de escolaridad. Generalmente se inicia durante la gestación, dando como producto un recién nacido de bajo peso, con mayores probabilidades de morir que otros con peso adecuado. La desnutrición se agrava al no recibir lactancia materna exclusiva, exponiéndose el bebé a patologías infecciosas, al no recibir alimentación adecuada.

La nutrición adecuada en la niñez tiene un impacto crucial sobre el potencial productivo del adulto. En Bolivia, el total de niños con desnutrición crónica asciende al 27% y de ellos el 8% sufre desnutrición crónica severa. La malnutrición es otra expresión de nutrición inadecuada o deï¬ciente. La anemia nutricional por deï¬ciencia de hierro, generalmente asociada a la desnutrición, se la considera grave debido a que repercute en forma desfavorable en la actividad física y capacidad intelectual del niño. El 51% de los niños bolivianos presenta algún grado de anemia y de los niños entre 10 y 11 meses, este porcentaje se eleva al 89%.

Un estudio realizado en el Hospital del Niño “Ovidio Aliaga Uría”, de la ciudad de La Paz, encontró que los niveles de hemoglobina de niños menores de 5 años, ingresados, en más del 50% de ellos muestran una incidencia alta de deficiencia de hierro. La prevalencia más alta de desnutrición crónica se encuentra en el Altiplano (32%) y en los valles (30%); en los llanos es de 18%. A mayor grado de educación de la madre, menor retardo del crecimiento.

En el Departamento de la Paz, en 2018 el 72% de los menores de edad reportaban altos índices de desnutrición y anemia, informó el representante del programa de alimentación y nutrición de la Gobernación, William Pusarico y el 34% de las mujeres tiene anemia y la mala alimentación afecta si están embarazadas, provocando síndrome de down y malformaciones en sus hijos, que se agravarán frente al paro obligado por el coronavirus.

Exigimos atención PRIORITARIA al futuro de Bolivia que son nuestros niños, para evitar otra muerte como de la niña de 12 años llamada Eva.

La autora es Abogada y ex Asambleísta Constituyente.

 
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