Los presupuestos de la nación deben reflejar la verdad

El drama de la mayoría de los países del Tercer Mundo es que no siempre cuentan con presupuestos financieros acordes con la verdad, generalmente están fuera o alejados de la realidad porque creen que “todo se corrige en el camino de los hechos”. Criterio totalmente ajeno a la verdad porque no se debe jugar a la economía y menos inventar cifras que no se ajustan a ingresos seguros y veraces y tampoco hacer cálculos sobre egresos que generalmente son tergiversados por “urgencias y necesidades momentáneas”, que pueden soslayarse en los hechos de un manejo responsable de la economía.

Hay una verdad que bien podría manejarse con frecuencia: atenerse a la verdad, es decir tener conciencia cabal de los ingresos y de los posibles egresos, observando que, en cada caso, queden remanentes porque se gastó menos de lo presupuestado y evitar gastos prescindibles e innecesarios. Si a todo ello se añade ingresos no previstos, no incurrir en el error de gastarlo cuando se tiene déficits en otros rubros, pasarlos a la cuenta de Reservas Netas que, en lo posible, deben ser respetadas e incrementadas con los ahorros logrados en el manejo de las cuentas de ingresos y egresos.

Todo presupuesto debe ser concebido bajo el principio de que de su estricto cumplimiento depende el éxito de una gestión gubernamental, además, partir del principio de que respetar el Presupuesto General de la Nación puede ser, en su momento, prueba fehaciente de que todo ha sido manejado con honestidad y responsabilidad, en otros términos, mostrar que el gobierno está encomendado a gente honrada y confiable.

Finalmente, cuando las autoridades no se permiten licencias marginales a las leyes, automáticamente dan muestra a sus subalternos de que la displicencia no debe ocurrir en ninguna circunstancia en el manejo de lo ajeno. El mismo hecho de cargar al déficit fiscal los excesos, es indebido e inconveniente porque la cuenta en que se muestra déficits solo debería utilizarse en casos muy extremos y, además, con el firme propósito de corregirlo en el menor tiempo; en otras palabras, manejar la economía del país bajo principios morales muy altos respetando las leyes.