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Covid-19 y malgasto de nuestras reservas monetarias

Israel Camacho Monje

Como es de conocimiento general, la aparición de la pandemia del coronavirus Covid-19, en noviembre de 2019 en la China Comunista, se extendió a todos los países como reguero de pólvora, inclusive al nuestro. Al 4 de mayo de 2020, en solo seis meses provocó la muerte de más de un 250 mil vidas humanas, y más de tres millones de infectados. Como para no creer, por haber encontrado indefensos tanto a países ricos como a pobres con sistemas médicos carentes de infraestructuras técnico-científicas. Por la modernidad en la que vivimos, en inicios del tercer milenio, se suponía que las potencias económicas mundiales están preparadas para enfrentar ese mal, pero llegado el fantasma de la muerte comprobamos que todos estábamos a su merced.

Respecto a Bolivia, en verdad nos ha encontrado en las peores condiciones en comparación con otros países pobres y atrasados. Es decir, tenemos hospitales públicos que fueron construidos cuando fue creada la República de Bolivia, el 6 de agosto de 1825, y que desde entonces apenas sí pudieron mantenerse, brindando servicios de medicina general a las poblaciones de nuestro país. Y para el año 2005, Bolivia ya tenía 10 millones de habitantes, y con presupuestos gubernamentales anuales tan bajos que apenas alcanzaban para el pago de salarios de médicos, enfermeras, personal administrativo y personal de servicio.

Esta lamentable situación en el fondo provocó el desgaste de dichas construcciones, con estrechos pabellones y reducidos espacios para una población en constante crecimiento, además del deterioro de sus equipos antiguos de medicina al igual que sus instrumentales…

Todo lo anterior se debe a que Bolivia siempre ha sido pobre y atrasada, como figura en el cuadro mundial de países en desarrollo, donde seguimos ocupando el penúltimo lugar, antes que Haití.

Pero quién pensaría que entre los años 2006 al 2014 sucedería lo impensable para nuestro país. Esto es que por el alza de las cotizaciones internacionales de las materias primas no renovables, como son el petróleo y los minerales, nuestras reservas monetarias aumentarían de 3 mil millones de dólares estadounidenses en 2005, hasta los 15 mil millones en 2014.

A pesar de todo eso, aquí viene lo absurdo y difícil de creer. Ante tanta pobreza y atraso con los que siempre hemos vivido, nuestro mayor anhelo era que si alguna vez obteníamos riqueza, “venga de donde venga”, nos permitiría atender prioridades como la construcción de más hospitales públicos, guarderías de niños, escuelas, colegios, institutos técnicos y universidades. Y, por supuesto, construcción de más fábricas, que produzcan artículos para consumo interno y exportación, y que sobre todo den trabajo a miles de desocupados, que conforman el 80% de la población laboral boliviana. Ellos para sobrevivir se han visto obligados a trabajar como comerciantes informales, con puestos de venta en calles, avenidas, plazas, parques y terrenos baldíos de nuestras ciudades, sabe Dios hasta cuándo.

Y todo porque el nefasto gobierno populista del Movimiento Al Socialismo (MAS), presidido por Evo Morales Ayma, Álvaro García Linera y Luis Arce Catacora, malgastaron y dilapidaron multimillonarias sumas de dinero en la construcción de numerosas canchas de fútbol con césped sintético, en obras públicas que a los pocos meses de su entrega se convirtieron en simples campos de lodo, en construcción de caminos que en poco tiempo de uso ya están casi destruidos. Y, para el colmo, de las monumentales fábricas construidas, muchas ni siquiera han entrado en funcionamiento, y están quedando como “elefantes blancos”.

Y ahora, con todos esos precedentes, nos toca enfrentar la pandemia china en precarias condiciones, gracias a más de una década perdida en materia de salud pública. Qué lástima, ¿verdad?

 
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