Hasta hace pocas semanas, nadie imaginó que el grave problema del coronavirus adquiriría las proporciones que hoy sufre la humanidad y que ello implicaría tener que adoptar una serie de medidas para realizar cambios importantes en todas las actividades y mucho más en el campo económico porque, innegablemente, el mal se ha introducido en todo sentido y parecería que tiene como misión muy posible causar los más grandes y graves perjuicios a la humanidad y sus modos de vida. Está visto que por más previsiones que sean hechas, no se puede colegir a qué extremos se llegará y que obligarán a adoptar modos, situaciones, cambios, sistemas, no solamente cambios de costumbres y formas de vida sino de organización y procedimientos para alcanzar resultados que sean positivos.
Hoy, en ámbitos de incertidumbre, nadie hace cábalas ni suposiciones sobre el futuro inmediato y tan solo se atina a suponer lo que podría ser o se lograría conseguir con las medidas que sean adoptadas; pero las situaciones cambian de un momento a otro, obligando a pensar sobre con qué métodos y formas de actuar y trabajar en todos los sentidos acostumbrados correspondería continuar, puesto que todo es incierto, difícil, imprevisible e imposible de elucubrar. Es decir, cuáles consecuencias o dificultades surgirían ante posibles propuestas que sean pensadas o criterios que se ponga en práctica, sabiendo que casi de inmediato adquirirán condiciones inaceptables. ¿Qué hacer ante lo incierto? ¿Cómo se podría conciliar lo que nos parece lógico y correcto con lo que resulte indebido e incorrecto? ¿Qué nos depara lo mediato?
Innegablemente, todas las ideologías, teorías y planteamientos sobre economía convendrán en la necesidad de cambiar, de modificar conductas y hasta tratos a los demás porque se tendrá en cuenta su condición humana y su dignidad; habrá, se puede decir, un sentido más equilibrado de lo que es justo, ecuánime, apto y necesario en las relaciones y hasta se tendrá en cuenta los yerros pasados con miras a corregirlos. Suponer siempre lo positivo es bueno porque no quedan otros remedios, para los sistemas económicos especialmente, porque ya no valdrá mucho el “cuanto tienes, tanto vales” sino tendrá primacía el que eres un ser humano que merece respeto, consideración y tratamiento justo.
En otros términos, los sistemas económicos deberán circunscribir su trato a normas de educación, respeto, consideración y hasta gratitud porque de quienes acuden a cada sistema depende su crecimiento y éxito. ¿Será posible todo ello? Sí, es posible y necesario, porque si no hay cambios en las conductas personales y en las políticas institucionales, no tardarán mucho en presentarse controversias, problemas y dificultades que obliguen a actuar humana y dignamente.
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