Innegablemente, a todos los bolivianos nos convendría que la democracia no tenga obstáculo o dificultad alguna para su vigencia; pero hay circunstancias en que el mismo proceso democrático obliga a adoptar ciertas medidas previsoras en bien del pueblo. Este es el caso de las preferencias: habría un proceso de elecciones en próximos meses; pero a la vez está latente y cada vez más grave el coronavirus que ha creado intranquilidad, angustia y desesperación en muchos pueblos del mundo que se ven afectados por la enfermedad y nuestro país no es la excepción, así los casos sean menores a los habidos en otros países. Vivimos un tiempo en que nada puede tener prelación sobre la salud porque el Covid l9 tiende a cobrar muchísimas victimas más que las causadas en los últimos meses. El mal cunde porque los contagios adquieren dimensiones jamás imaginadas y, por supuesto, hay que estar seguros de que los casos fatales serán más numerosos.
Las elecciones son, deben ser, muy importantes; pero dejan de tener relevancia frente al grave problema que significa la presencia, cada vez más acrecentada, del virus. Y el gobierno, conjuntamente otras instituciones, tiene que atender el grave problema de salud muy descuidado por el anterior régimen durante casi catorce años. Elecciones podemos tenerlas en cualquier momento y si ahora se produce una nueva postergación (en abril fue la primera) una o más no tiene mucha significación; entretanto, mientras llegue el proceso en las urnas, hay un gobierno constitucional y no existe la premura que podía haber, como ocurre cuando está con el poder un régimen de facto. Pero de todos modos tendría prelación atender la salud y no descuidar la lucha contra el coronavirus que en los últimos meses alcanzó dimensiones que causan gran preocupación.
Hay partidos políticos -caso del MAS- que muestran desesperación para que se realicen las elecciones, relegando la salud a planos secundarios. Con posiciones intransigentes, el masismo no muestra más que angurria por retornar al poder y teme que, con la postergación del proceso electoral, habrá perdido tal vez su última oportunidad. Sus dirigentes saben que con un simple examen tomarán conciencia de los graves males que han inferido al país y que el pueblo desconfía de ellos, pese a la excesiva propaganda que hacen ponderando obras que jamás hicieron, porque gastaron festinatoriamente el dinero del país, en vez de cumplir un mínimo programa de realizaciones en pro de la nación.
Para el sentimiento nacional, queda el MAS como un recuerdo que mejor sería olvidar; pero si creen que podrían acceder nuevamente al poder, que cambien y esperen el tiempo determinado por la ley para intervenir nuevamente en futuros procesos eleccionarios. Entretanto, que obren con un mínimo de conciencia de país y eviten las conductas contrarias a la paz y concordia que deben reinar entre todos los bolivianos, no solamente para combatir el drama del coronavirus, sino para corregir los graves daños causados a la nación con políticas socialistas que jamás deberían reeditarse.
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