Sin lugar a dudas, en todas las naciones existe el convencimiento de que los últimos seis meses implican cambios radicales en las formas y modos de vivir de las poblaciones debido al drama desencadenado por el coronavirus que, prácticamente, ha trastocado costumbres, tradiciones, ideologías, modos y medios de vivir. No sería exagerar decir que las formas de sentir, pensar y obrar han sufrido mutaciones no esperadas porque todo se alteró, cambió radical y sustancialmente.
Para la mayoría, buenos serían los cambios siempre que estén encaminados a lo positivo, por lo que haga bien a la humanidad, por todo lo que signifique cambiar actitudes y políticas que han causado mucho daño a través de los años y que, conforme avanzan la ciencia y la tecnología, mostraban tendencias a perfeccionar lo que hace al hombre el peor enemigo del hombre.
Y enemigos del hombre son las enfermedades en general, las guerras y los enfrentamientos y discordias entre personas, naciones y países, entre clases sociales y económicas; cambios que muchas veces deterioran la amistad y buenas relaciones y mejores costumbres habidas entre las personas, especialmente haciendo práctica del principio de buena vecindad y mejor amistad.
La nueva situación si bien está cargada de mucho positivismo porque se ha visto cómo el ser humano ha luchado contra sí mismo y parece surgir en él sentimientos de bondad y comprensión, no deja de presentar la posición de quienes querrían avasallar a la humanidad. Es decir, deshumanizarla, esclavizarla y convertir en siervos a todos los habitantes, en aras de ideologías e intereses creados, porque el ser humano no quiere ni puede abandonar su soberbia que lo ha perdido y destruido, desde principios de vida de la humanidad.
Las lecciones vividas en seis meses pasados y que serán experimentadas en el futuro, tienen que ser acicate para que la humanidad se aferre a todo lo positivo y constructivo que le haga bien, que sustente sus virtudes y que aliente mejoras sustanciales en su diario vivir, especialmente a través de la educación y, sobre todo, del ejemplo que se reciba en los hogares. Habrá cambios, seguramente, que será imposible desestimarlos porque, en conciencia, así lo habrá comprobado el hombre que tratará de mantener la humanidad en detrimento del mal y con miras a hacer que se persista en lo bueno y noble, en lo que enaltece y construye.
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