Garantizar la vida de la mujer embarazada, generadora de nueva vida

El 27 de mayo de 1812 en la Coronilla, 30 madres con la consigna “Nuestro hogar es sagrado” bloquearon a los españoles a la cabeza de Goyeneche, que ingresó a Cochabamba para aplacar la revolución de Esteban Arce. Las madres defendieron el lugar con su vida y fueron masacradas. En 1927, mediante Ley del 8 de noviembre, el presidente Hernando Siles les rinde homenaje, instituyendo el 27 de mayo como el Día de la Madre en Bolivia.

La Constitución Política del Estado aprobada por el soberano en 2009 establece en el Art. 15, II que “Todas las personas, en particular las mujeres, tienen derecho a no sufrir violencia física, sexual o psicológica, tanto en la familia como en la sociedad”. Sin embargo las madres, muchas jefas de hogar, no reciben atención cuando ingresan a hospitales para dar a luz. El informe de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) indica que el índice de mortalidad materna en Bolivia llega al 64% en el área rural, ya que por sus condiciones de vida este sector de la sociedad es vulnerable, pues la mujer rural tiene 4 veces más probabilidades de fallecer por complicaciones del embarazo, en el parto, por las hemorragias en el postparto y las infecciones. Lamentablemente, por falta de atención con calidad y calidez ellas fallecen.

La mortalidad materna es una violación al derecho a la vida y la salud. La mortalidad prematura de mujeres en la etapa de generación de otro ser vivo es una injusticia social, al mismo tiempo un mecanismo para expulsar de la sociedad a mujeres de familias empobrecidas, sin que el Estado en sus tres niveles cumpla con su obligación de garantizar la vida y la salud a las mujeres que son la base de la familia y la sociedad. La mujer lleva 9 meses en su vientre a un nuevo ser, al que le brindará cuidado, educación, alimentación y una vida digna. Muchas veces como jefas de hogar llevan la carga con amor y comprensión hacia sus vástagos, que serán las mujeres y hombres que construirán una Bolivia digna y con principios nobles.

De acuerdo con el estudio realizado por el observatorio Nacional de Mortalidad Materno y Neonatal del CIDES/UMSA, en las ciudades el 42% de las mujeres son atendidas de parto en sus casas y el 58% en centros de salud, mientras que en las áreas rurales el 78% de los partos se atiende en los hogares, por la desconfianza ante la falta de atención en los Centros de salud. Por otro lado, los departamentos con mayor tasa de fecundidad son Pando, con 3,8 hijos, y Potosí, con 3,7; en tanto los que registran menor tasa son Tarija con 2,3 y La Paz con 2,5.

Según la misma fuente, el 93,8% de las mujeres de entre 15 y 49 años conoce métodos anticonceptivos modernos y solo el 45,1% los usa. Las mujeres en Bolivia constituyen más de la mitad de la población, siendo más de cinco millones (50,08% según el Censo de Población y Vivienda de 2012). Ellas representan el 41,9% de la Población Económicamente Activa (INE 2016); el 35,43% de los hogares del país cuenta con jefatura femenina (INE 2012) y el 45,6% de las mujeres trabaja por cuenta propia.

A pesar de la importante presencia de las mujeres en el mercado de trabajo, las desigualdades son persistentes en este ámbito, como la brecha salarial de género y la mala atención que reciben en hospitales, por lo que muchas veces pierden la vida, dejando huérfanos y el Estado olvida su rol de proteger a los niños. Al respecto de la mala atención, recordemos que en Santa Cruz una mujer dio a luz en la puerta de un hospital por negligencia generalizada. Ahora por la pandemia del Covid-19, en los hospitales la atención está dirigida más a los casos atendidos en las “Unidades de Terapia Intensiva”, hoy colapsadas porque médicos también están contaminados.

Que la presidenta, como mujer, garantice la vida a sus congéneres, las embarazadas, especialmente en el área rural, ahora más expuestas al contagio del Covid-19 por la falta de una buena alimentación, en esta etapa tan especial de gestación.

La autora es Abogada, ex Asambleísta Constituyente.