A inicios de marzo del presente año escribí en mi columna semanal: “Virtualmente todo el mundo adopta medidas drásticas para contener la pandemia que lo ataca. Se cierran fronteras, se aumenta el control en las mismas, se expulsa de los países a todos los visitantes que infringen alguna norma en torno a eta enfermedad”.
Otros aspectos destacados son “los efectos en América Latina, el desplome de las monedas frente al dólar. Los países más afectados son Brasil, Chile, México, Argentina, Perú y Colombia”. En resumen, el mundo vive en su totalidad una gigantesca tragedia en lo social y lo económico.
Según nos informa el boletín semanal que incorpora el IBCE sobre los temas de agricultura y avance tecnológico, al presente se avecina una solución totalmente insospechada y novedosa, la producción en laboratorios de México de una variedad de tomate que tendría la cualidad de combatir el COVID-19.
A continuación les transcribo parte de esa información. “Mientras que en las grandes empresas y los consorcios del sector público en los Estados Unidos, Canadá, China y Europa se están ejecutando a toda velocidad planes para desarrollar una vacuna cultivada en plantas de tabaco genéticamente modificadas (GM), un grupo de investigación en una universidad mexicana está trabajando hacia el mismo objetivo, pero con una estrategia diferente e innovadora. Utilizando bioinformática e ingeniería genética computacional para identificar antígenos candidatos para una vacuna que se puede expresar en plantas de tomate. Comer la fruta de estas plantas conferiría inmunidad contra COVID-19”.
En la carrera de vacunas para COVID-19, la estrategia de cultivo de plantas, también conocida como biopharming o agricultura molecular, no se ha dejado de lado. Dos empresas ya mencionadas están trabajando en antígenos basados en plantas COVID-19 mediante la expresión de VLP en tabaco transgénico. Uno de ellos es Medicago, cuyo CEO afirmó que la compañía canadiense podría fabricar "10 millones de dosis por mes" si su innovador método de producción y ensayos clínicos obtiene la aprobación de la Administración de Drogas y Alimentos de los Estados Unidos (FDA). Por otro lado, la compañía estadounidense Kentucky Bioprocessing está utilizando un tabaco genéticamente modificado de rápido crecimiento propio y declaró públicamente que ya está realizando pruebas preclínicas y posee la capacidad de fabricar hasta tres millones de dosis por semana.
Por otro lado, el Centro de Investigación en Genómica Agrícola (CRAG) de España desarrollará antígenos para COVID-19 en lechuga y tabaco GM, y el proyecto internacional NEWCOTIANA, que trabaja en el desarrollo de medicamentos y vacunas en plantas con fondos de la Unión Europea, ha lanzado la secuencia genética completa de Nicotiana benthamiana para acelerar el desarrollo de una vacuna con base en plantas. Este último trabajo fue dirigido por IBMCP (España) y la Universidad Tecnológica de Queensland (Australia).
¿Qué pasa si la vacuna se puede "comer" en lugar de inyectar?
Aunque las vacunas sobre la base de plantas, mencionadas anteriormente, tienen ciertas ventajas sobre las vacunas convencionales, su vía de administración continúa siendo a través de inyección parenteral, el "jab" que puede causar tanto dolor a los niños. Pero, ¿qué pasaría si, en lugar de usar tabaco GM y antígenos purificadores para hacer una vacuna inyectable, pudiéramos comer una fruta GM que confiere inmunidad directamente?
Esta ruta fue la elegida por Daniel Garza, un joven biotecnólogo y emprendedor, con una estadía de investigación en el Instituto de Biotecnología de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) en México, como un enfoque para desarrollar una vacuna contra COVID-19. "El desarrollo de una vacuna comestible contra el SARS-CoV-2 ha sido hasta ahora una alternativa poco explorada, a pesar de que los beneficios son evidentes", dijo Garza en una entrevista con la Alianza para la Ciencia de Cornell. "Bajo esta premisa, este problema se abordaría con el enfoque de desarrollar una proteína de fusión con las características de una vacuna que se expresará en las plantas de tomate".
Garza, junto con un grupo multidisciplinario de investigadores, utiliza la bioinformática y la ingeniería genética computacional para aplicar una estrategia de vacunación inversa. Más específicamente, mediante el uso de herramientas bioinformáticas identifican los antígenos con mayor probabilidad de ser candidatos a vacunas para inducir una respuesta inmune a través del análisis "in silico" del genoma del patógeno.
Los investigadores del laboratorio de Garza han estado trabajando con este enfoque desde 2018 para buscar nuevos antígenos candidatos para una vacuna contra el Ébola, una investigación que publicaron a fines de 2019 en la revista Planta de la UANL.
Sin embargo, debido a la contingencia y gravedad del brote de SARS-CoV-2, el grupo de Garza decidió dedicar sus esfuerzos a trabajar en el modelado bioinformático de una vacuna potencial para este patógeno, utilizando la misma estrategia utilizada contra el virus del Ébola durante el desarrollo de un tomate comestible como método de inmunización.
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