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Pandemia y reforma de la Constitución

Juan Del Granado

La pandemia nos está cambiando la vida y ojalá podamos también cambiar el Estado y la sociedad. Hemos fallado como personas pero, especialmente, las respuestas desde el poder han sido magras, casi miserables, frente a la dimensión de la enfermedad y de los muertos. Y no me estoy refiriendo sólo a este gobierno claroscuro, con sombras y con luces. Miremos un poco más allá a partir de las urgencias societales que ha desnudado el virus, mucho más si hay miradas que están planteando ahora la reforma de la Constitución, con lo podría estar de acuerdo si, y sólo si, se cumplen previamente dos tareas colectivas:

La primera, la legitimación de los poderes públicos a través del voto. Apenas la transitoriedad actual alcanza para enfrentar este primer doloroso momento sanitario que, luego de su cima, en los tres o cuatro meses próximos, debe dar paso a elecciones generales. Toda otra decisión estatal que apunte el mediano plazo puede malograr los intereses colectivos, como los transgénicos inconstitucionales o como una apresurada mirada al litio. El nuevo gobierno salido del voto de la gente, prioritariamente, tendrá que enfrentar un segundo y largo momento de la crisis sanitaria y tendrá que conducir al país en medio de una gravísima catástrofe económica de imprevisibles consecuencias sociales e institucionales.

Sólo en el escenario de un gobierno legítimo -esa la primera tarea-, es posible tener ojos como país y como sociedad para visualizar los grandes cambios estatales cuya urgencia viene de antes, pero que la pandemia ha radiografiado. Y de ahí sí se podrá mirar mejor lo que pasa con la Constitución. Pero la segunda tarea no es todavía la de la reforma, sino del cumplimiento de la Constitución. Hace 11 años que está “vigente” y casi es idéntico el tiempo de su violación e incumplimiento. No hay espacio acá para detenerse en las incontables pellejerías inconstitucionales del masismo, y en algunas penosas reiteraciones últimas, pero sí tenemos que exigirles a los próximos gobernantes que pongan en vigencia al menos los siguientes mandatos constitucionales actuales:

- Que respeten la independencia de poderes, dejando de manipular al poder judicial y al ministerio público; que tomen en cuenta a las minorías parlamentarias; que escojan a los mejores para todo el servicio público y que promuevan las autonomías.

- Que, con poderes independientes, encaren una verdadera lucha contra la corrupción, impidiendo la impunidad de los corruptos de todo tiempo; que generen con el ejemplo, respeto al patrimonio público y que promuevan con la educación otra mentalidad ciudadana ajena al laterío.

- Que respeten la naturaleza, cortando radicalmente quemas, transgénicos, talados, biocidios y ampliaciones suicidas de la frontera agrícola, iniciando otro modelo productivo que vaya dejando atrás el extractivismo, promoviendo la diversificación productiva, especialmente la agrícola - orgánica, la sanitaria, la turística y la tecnológica.

- Que hagan realidad los derechos individuales y colectivos, desterrando la intolerancia, los encarcelamientos y la persecución política, eliminando la detención preventiva y el hacinamiento carcelario, y la violencia machista contra las mujeres y los niños. Esas las dos tareas de hoy y de mañana, y sumo una tercera para pasado mañana, pensando en la Constitución y en el gobierno próximo: Planificar, organizar, consensuar e iniciar la reapertura del proceso constituyente, que no es aún reforma, sino el reinicio de la deliberación colectiva sobre nuestra Constitución, sobre lo bueno y lo malo que tiene, sobre lo que no tiene y sobre lo que está demás, para ir preparándonos colectivamente y sin sobresaltos para otro momento, en el mediano plazo, de reforma total o parcial de nuestra Carta Magna que nos acerque al mejor país que queremos, para enfrentar cualquier pandemia de hoy o de mañana.

 
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