Durante los históricos días en los cuales el pueblo boliviano protagonizó una resistencia a toda prueba para recuperar sus libertades virtualmente conculcadas -hablo de lo que aconteció en los últimos meses del año 2019- es innegable que los bolivianos vivimos muchas de las situaciones menos pensadas, hasta llegar a un desenlace que ya es de todos conocido: la instauración de un nuevo gobierno transitorio bajo el cobijo del hondo fervor popular que no dejaba lugar a dudas en torno a que así surgía una nueva esperanza para el país y los bolivianos. El entusiasmo era desbordante, y se tenía la certera idea de que atrás habían quedado los tiempos aciagos del irrespeto a la voluntad del pueblo, las vulneraciones a la Constitución Política del Estado, amén de una serie de atentados contra los derechos ciudadanos.
Que hubo adalides que estimularon a las muchedumbres timoratas, sí, y lástima que por divergencias no estén en el lugar que les corresponde, y aún más cuando entre los paladines de los mandiles blancos hoy se enrostren de todo. Se puede afirmar que ya poco dura aquella esperanza puesto que, como si saliésemos de un letargo venturoso, la población boliviana y la patria hoy se encuentran frente a tres factores que, casi como siempre aconteció en la historia nuestra, le traen preocupación y sinsabores: vale decir la pandemia, el propio gobierno, y la oposición política.
En el primer caso, se trata de un mal global que ha puesto “patas arriba” al orbe en todos los campos, y se dice de manera fundamental a la economía. Sobre el segundo, o sea el gobierno transitorio, adoptado con mucha simpatía y expectativa por los bolivianos, al decir de bastante gente empezó a desgarrar su idilio con la colectividad en el norte de dejar atrás el ayer autoritario para dar paso al venturoso mañana, que todo mundo sigue aguardando. En torno al tercero, gran parte de la población tiene un concepto que puede ser errático o certero: continúan con las viejas mañas de ayer, lo que le hace presagiar al pueblo que todavía podrían acaecer situaciones difíciles que seguirían poniendo en la cuerda floja a la nación.
¿Está Bolivia en su laberinto? Los pobladores bolivianos aguardan un desprendimiento patriótico. Están obligados unos y otros a deponer intereses político-partidario-sectarios para llevar a buen puerto la nave del Estado. Quiere decir actuar con mesura, tiento, sapiencia y amor al país para superar las horas de adversidad que podrían sobrevenir. “La pelota está en la cancha del régimen transitorio, actual oficialismo, así como de la coyuntural oposición surgida de aquellos albures que nadie pudo pronosticar”. Nuestra sufrida y cansada gente nada quiere escuchar de malos actos en el manejo de la cosa pública, de ser así sanciones y purgas del régimen deben recaer incluso en quienes se constituyen en pivotes del mismo, dejando de lado la ley del embudo. En cuanto a la ya circunstancial oposición, no se la quiere como aquella que pone zancadillas al país, al obedecer sobre todo instrucciones o consignas emitidas desde fuera, cuando quienes las dan otrora no han mostrado virtudes que bien pudieron predicar y enseñar. Mientras sólo sigan perorando que acatan la ley, tienen razón, etc., no será más que demagogia.
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