En tiempos normales, cada autoridad sabe cómo actuar en alguna emergencia o dificultad; pero ante la presencia del coronavirus que no encuentra saciedad para colmar su ansiedad de víctimas, no se sabe cuál será el futuro comportamiento de la sociedad en que se vive. Resulta muy difícil siquiera tener ideas porque el desafío es desconocido y primerizo en actuar en detrimento de todos. Sin embargo, hay problemas neurálgicos y hasta increíbles que se presentan, como es el caso del transporte público que después de casi dos meses de paro obligado, tiene autorización para funcionar nuevamente.
Este es, pues, un caso que habrá que estudiar para aplicar remedios a múltiples dificultades que se presentarán, ya que, por ejemplo, el público está acostumbrado a utilizar micros y colectivos “hasta el tope” y ahora deberá tener muchas limitaciones que ni choferes ni público verán convenientes para sus intereses. De seguir las mismas tarifas, pero con menos pasajeros, ¿cuál será la respuesta y reacción de autoridades y choferes? ¿Quién y cómo se controlará que las medidas de higiene para evitar contagios se cumplan? ¿Qué seguridad existe de que no surjan más casos de contagio por la decisión de que funcione el servicio, así sea parcialmente? ¿Cuánto nuevo personal se requerirá para controlar a miles de vehículos que trabajarán en su turno?
El problema crea una seria preocupación para autoridades, público usuario y choferes: no tener idea de cómo encarar una situación compleja y siempre propensa a agravarse por cualquier fisura que se presente. Deberá haber mucho cuidado en lo que se haga, porque agregar nuevas situaciones difíciles a las que se enfrenta, por la multiplicación de casos de contagio que se presenten, podría dar lugar al surgimiento de conflictos de diversa índole, que podrían derivar en acciones de partidos políticos casi normalmente ciegos e indiferentes a lo que perjudique al país y que solo buscan endosarle al gobierno las responsabilidades.
Es urgente que las autoridades municipales actúen con mucha seriedad y eficiencia, tacto y prudencia al tratar, especialmente con choferes, el candente problema. Por otra parte, habrá que tener cuidado con la idiosincrasia del público, que es sumamente heterogénea, y nunca se sabe qué reacciones podría mostrar por un problema neurálgico como es el transporte público.
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