Remy Solares Angulo
El pueblo boliviano conoce los hechos de corrupción que afectan al gobierno transitorio y que surgen en la administración pública. Singularmente en las empresas estratégicas bajo control exclusivo del Estado, resultando involucrados altos funcionarios y otros, mientras algunos prefieren no denunciar porque saben que no les harán caso, sino que más bien terminarán siendo castigados, ya sea política o laboralmente.
Surgen denuncias en Entel, Ministerio de Salud, YPFB y otras entidades. En poco tiempo aflora la corruptela. Se hace nombramientos improvisados.
No se sabe quién es peor: Si el infiltrado que trabaja dentro del gobierno o quien lo contrata y lo mantiene en el cargo a sabiendas del daño que causa. Si queremos cambiar toda esta situación que pone en grave riesgo la reputación de la ética profesional, creo que es necesario dar un salto cualitativo en la valoración de las denuncias.
La lucha contra la corrupción es un problema que golpea la conciencia del pueblo boliviano. La corrupción es esencialmente una calamidad social acumulada por falta de acciones planificadas y sistemáticas de mediano y largo plazo para combatirla.
La corrupción es, más que cualquier otra cosa, una industria delictiva para el lucro, que opera en el interior de las instituciones públicas y supone la asociación de varias personas (cómplices) para cometer actos contra el patrimonio público. Ella está íntimamente relacionada con el desprecio que sienten muchos funcionarios hacia las ideas patrióticas, y con un retorcido afán de enriquecimiento mal habido. Por ello lo que falta es dar carácter hegemónico al ideario patriótico dentro de la propia administración pública, para hacer realidad una verdadera “depuración moral”.
Difícilmente puede cometer corrupción quien no tiene poder, sino los grupos atornillados en puestos de importancia y que se visten de cualquier color, según las circunstancias. El corrupto busca aprovechar todo lo que éste a su alcance y haya sido conquistado a través de las influencias políticas.
Nepotismo, amiguismo y compadrazgo son caldo de cultivo para la corrupción y son injustificables dentro de un Estado Democrático.
El próximo gobierno debe construir su propia excelencia científica, técnica y profesional. Habrá que promover una igualdad que nos lleve a todos hacia el mayor rendimiento. Que el mejor preparado, el más profesional, el más eficiente sea funcionario público. Que sea un ejemplo a emular.
Los bolivianos podremos vencer en la lucha anti corrupción si son generadas garantías palpables y suficientes para que los humildes no sufran represalias ni sientan miedo al denunciar a los delincuentes de cuello blanco dentro de las instituciones públicas. En caso contrario, el fantasma de la nueva burguesía, creada por los capos del MAS, terminará convirtiéndose en una amarga realidad.
Derrotar la corrupción no solamente depende de tribunales y fiscalías, entre otros. Es sobre todo una batalla ideológica que exige conquistar mayorías y organizarlas para arrinconar a los corruptos. Urge el apoyo de la contraloría social, y las infinitas formas de organización de nuestro pueblo, en unión con los servidores públicos honestos.
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