No es de extrañar que el Gobierno de transición esté sometido al fuego cruzado de la oposición del partido desplazado del poder en noviembre pasado. Esa situación se debe principalmente a la conjura que practica la oposición masista, tanto desde el frente interno como el externo y, en particular, de éste último, donde tiene afincado el apoyo de sus socios populistas, sin contar los grandes recursos de los que dispone para intentar recuperar las fuentes de sus recursos, como el narcotráfico, etc.
La conjura externa está radicada en capitales de países vecinos, donde cuenta con apoyo político y financiero casi ilimitado. Sus bases son Argentina, Cuba, Venezuela, México y sus satélites. No se debe descartar el apoyo del imperialismo asiático que tenía clavadas sus garras rampantes en el país para explotar y saquear materias primas y asegurar esa política endeudando al país con créditos sospechosos.
Se debe considerar que para ese sabotaje se está aprovechando el malestar público que se produce en el país por el cumplimiento de la cuarentena, medida de obligada aplicación, aun con sus variados alcances, para salvar a la población boliviana del dolor por la muerte de cientos de ciudadanos.
La conjura opositora no es de semanas recientes, sino empezó el mismo momento en que el partido masista fue expulsado del gobierno, pero que debido a sus malas artes y su ambición de poder a toda costa, pudo quedarse en algunas ramas del Estado, como la Asamblea Legislativa y otras instituciones públicas, en vez de haber sido erradicado totalmente de esas dependencias, error capital por el que tiene que padecer ahora el pueblo boliviano.
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