Claudio Gonzales Selaru
Voy a comenzar este artículo de una manera sarcástica, el amable lector se preguntará ¿por qué?, pues, recuerdo que hace algún tiempo, una alta autoridad de Estado dijo que “Después habrá tiempo para recuperar la economía”, haciendo alusión a que primero el actual gobierno iba a concentrar sus esfuerzos en preservar la vida y la salud de todos los bolivianos, y que después estarían pensando en los aspectos económicos. Coincido con la primera parte de esta aseveración, pues como decía mi entrañable abuelo “si no tienes salud, no tienes nada”, no obstante, el dejar a “la economía para después”, cual si ésta fuese menos importante, no es nada recomendable, puesto que la importancia y repercusión de los fenómenos económicos sobre un país y sobre su población, son inmediatos, y no entienden de tiempos, o de esperas.
En las últimas semanas se generó mucha controversia por el crédito contraído con el Fondo Monetario Internacional, mismo que asciende a $us 327 millones. Los argumentos detrás de esta controversia tienen que ver con que el FMI siempre acompaña cualquier financiamiento efectuado, con “medidas de ajuste” para la política económica de los países a quienes apoya, y en este caso, las medidas siempre son de tipo “ajústese el cinturón”, valga decir: reducir el gasto de gobierno, por lo tanto, reducir el déficit fiscal; hacer ajustes en la balanza comercial; impulsar devaluaciones de la moneda en relación con el dólar; revisar los programas de inversión pública; hacer ajustes salariales y de pensiones; incremento en las recaudaciones e ingresos fiscales vía impuestos, entre otras medidas, que sin duda no traen consigo otra cosa más que acentuar una crisis, e impulsar una precipitada recesión.
Además, hay que pensar, si tu soberanía respecto a la política económica está sujeta a un crédito externo que tan solo representa por hoy el 2% de tu deuda externa total, sin duda alguna que no debería.
Considero firmemente que es tiempo de hablar, debatir y proponer las medidas a adoptarse en materia económica, mismas que urgen ser aplicadas en estos momentos de pandemia, además de pensar en las medidas post Covid. Nos enfrentamos a una situación económica muy complicada, puesto que las estimaciones de crecimiento económico para el país en 2020, efectuadas por los organismos internacionales (Banco Mundial, FMI) reflejan un rango entre -2,9% hasta un -3,5%. Por lo tanto, recuperar la economía es de vital importancia, y hay que hacerlo ahora mismo, pero no con medidas de “ajuste de cinturón”, que harían muy feliz a sombríos personajes como Christine Lagarde, sino más bien todo lo contrario, hay que incentivar al aparato productivo, dinamizando la inversión y el consumo, pero no veo que nadie hable de las tasas de interés, ¿por qué?; fíjense que en las economías nórdicas, caso de Noruega por ejemplo, estas tasas de interés incluso bajaron hasta cero.
Hay que impulsar fuertemente el gasto de gobierno, y por ende la inversión pública, pero una inversión pública de calidad, orientada a proyectos estratégicos que empujen la demanda agregada, que generen empleo, y que tengan un importante impacto económico, abandonando de lleno la lógica de los años pasados, donde primaba la cultura de invertir en canchas de fútbol, en coliseos, en tinglados, en museos y en un sinfín de “elefantes blancos”, casos: Bulo Bulo, EASBA, Papelbol, Cartonbol, entre otros varios.
Si el costo de la inversión pública de calidad es incrementar el nivel de endeudamiento, pues habrá que vivir y lidiar con esto en el corto plazo, pensar en el déficit fiscal hoy no debería preocuparnos, puesto que todas las medidas deben ser keynesianas de verdad, que impulsen la demanda agregada, y no así un mal híbrido como el del pasado, olvidémonos de achicar el tamaño del Estado o de hacer ajustes fiscales, eso nos llevará a una peor recesión, una más dura y más prolongada.
En estos momentos tan difíciles, debemos pensar prioritariamente en la economía, pues es falso decir que: “la economía no importa”, puesto que la economía sí importa, e importa demasiado.
El autor es Economista.
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