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Crónicas del kolla

Racismo: el lado oscuro de Kant

E. Gerardo Mallea Valle

La muerte de George Floyd a manos de la policía ha desatado una convulsión manifiesta en países del orbe occidental que no se había visto desde la muerte de Martin Luther King.

El viejo conflicto racial, ya sistemático en USA, también despierta viejas concepciones alojadas en la historia humana que vuelven a brotar como testimonio de que el racismo es una condición inherente a la psiquis humana. Hoy a las principales características que asumía el racismo se las considera erróneas. Gracias a los avances en antropología y sociología, existen razones suficientes para considerar que la evolución de la especie humana ocurre a través de la variabilidad, tanto de la fusión étnica como de los códigos de comunicación, que son los que configuran la diversidad de las sociedades humanas. A partir de ello consideremos que así como el mundo ha ido cambiando, nuestros conocimientos o las relaciones humanas se van modificando y evolucionan; y conceptos como el racismo o la discriminación se han ido transformando y adaptando. Sin embargo, esto no es suficiente para erradicar de manera definitiva algo que es inherente al ser humano; y aunque se sostenga de alguna manera que la educación es fundamental para extirpar este cáncer, no podemos afirmar con certidumbre que este razonamiento sea el correcto; el estudio de Kawakami nos asevera lo contrario.

Conviene repasar, sin subterfugios, las actitudes y los razonamientos de personajes que tenemos encumbrados en el podio del pensamiento humano. Y de las contradicciones de su pensamiento con el nuestro podemos sacar muchas conclusiones.

Pues, bien, hablemos del gran Inmanuel Kant, filósofo alemán, representante importante del idealismo trascendental y el criticismo, cuyos comentarios polémicos acerca de las cuatro razas es claramente racista. Ya en 1775 expresaba lo siguiente: “Creo que sólo es necesario presuponer cuatro razas para poder derivar de ellas todas las diferencias reconocibles que se perpetúan en los pueblos, 1) La raza blanca, 2) la raza negra, 3) la raza de los hunos (mongólica o kalmúnica), 4) la raza hindú o hinduística. De estas cuatro razas creo que pueden derivarse todas las características hereditarias de los pueblos”. Y en sus lecciones sobre Geografía física, en 1804 mencionaba: “La humanidad existe en su mayor perfección en la raza blanca”; aunque después añadió otra raza más, los cobrizos, indios de América de quienes despectivamente afirmaba que no tenían la capacidad de adquirir cultura, que eran profundamente indiferentes y que su pacifismo era producto de su “independencia haragana”.

De hecho, los americanos -para Kant-, y en especial quienes habitamos el hemisferio Sur, éramos una “sub-raza poco desarrollada, débiles para el trabajo pesado e incapaces de sentimiento moral”, algunos tampoco teníamos “capacidad para amar, para hablar, o para expresar sentimientos”; y menos, de crear nuestra propia cultura o civilización por sí mismos; para que ésta última se hiciera efectiva en el nuevo continente -decía el filósofo-, “era necesaria la llegada de los europeos, quienes constituían la raza por excelencia que conduciría los designios de la humanidad”. Para Kant, los europeos son una raza muy superior a los americanos; incluso los negros, que por su color podía uno -según Kant- darse cuenta de la ‘estupidez humana’, eran muy superiores a los americanos. Los europeos serían -entonces- los llamados a conquistar el mundo, y a conducirlo hacia la ‘luz de la razón’; la blancura de su piel era la evidencia objetiva de una elevada capacidad moral e intelectual.

En fin, el hombre americano (Kant sigue de cerca el argumento de Buffon), ha sido desfavorecido por factores geográficos y climáticos, que han hecho de él una variedad humana ‘tosca’, inculta, salvaje, y bárbara (una especie de sub-humanidad).

Es muy sorprendente que un pensador tan excepcional, y a quien se recurre constantemente para fundamentar las ciencias, o lo que es peor, para buscar un sustento epistémico de los derechos universales del hombre, sea -al mismo tiempo- el filósofo ilustrado que más aportes teóricos haya hecho al concepto de “raza”, y a su consecuente “racismo”. (Ref.: Patricio Lepe Carrión).

Estas afirmaciones dislocadas, sostenidas por una eminencia intelectual como Kant, aún tienen raíces en el razonamiento boliviano de muchos de nuestros personajes criollos de “ojos claros, pelo ondulado y tez blanca”.

 
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