El leer y escribir sobre Mariano Melgarejo me condujo a interesarme más en el tema de las dictaduras que se han dado en nuestro país. Una visión excelente sobre este fascinante tema que hace a la Historia boliviana es el libro de Luis Antezana E., “Las dictaduras en Bolivia”, Plural editores, primera edición: noviembre de 2019.
Antezana trata de las dictaduras de José María Linares, la de Melgarejo y la dictadura de Germán Busch.
Refiriéndose a la primera, que se da mediante el decreto del 9 de septiembre de 1857, nuestro autor señala que: “hasta la llegada del Gobierno de José María Linares, el país seguía un curso histórico progresista de carácter nacional y democrático”. Pero este período se caracteriza por una batalla entre dos corrientes económicas antagónicas: el proteccionismo versus el libre comercio.
Todo el periodo histórico anterior, iniciado con la presencia de Andrés Santa Cruz, era proteccionista, en tanto que los que llevaron a Linares a la presidencia propiciaban un país de economía abierta para favorecer el crecimiento de la producción y exportaciones mineras.
Sin embargo, sorprende que las primeras disposiciones adoptadas mediante las denominadas “Órdenes Generales” estaban dirigidas a reconfigurar el Ejército e impartir instrucciones de carácter moral, como el de que los oficiales no deberían dedicarse a la bebida.
Como concluye el autor: “la dictadura de Linares, enunciada como de moralización, lucha contra la corrupción y caracterizada por el terrorismo de Estado, duró a lo largo de su gobierno y fue practicada implacablemente durante los cuatro años que estuvo en el poder”.
El capítulo dedicado a la “dictadura de Germán Busch, “El camino al poder”, comienza señalando que “la primera actuación pública de Germán Busch fue en junio de 1930 cuando siendo cadete del Colegio Militar del ejército combatió en defensa del gobierno de Hernando Siles Reyes.
Participó en la Guerra del Chaco, donde tuvo actuación destacada “rompiendo el cerco que sufría el fortín Boquerón, ingresó al sitio de donde salió difícilmente, para ser ascendido por su valentía al grado de teniente”.
“Distinguido por sus misiones audaces y victoriosas durante la guerra, se relacionó con altas autoridades militares y combatientes intelectuales de clase media que participaban en el conflicto, adquiriendo entonces ideas políticas que circulaban por entonces con creciente intensidad”.
“Durante la guerra tuvo una actuación destacada, habiéndose dado un motín militar en Villamontes, cuando llegó el presidente de la República Daniel Salamanca, se presentó ante el mandatario y lo destituyó de sus altas funciones, con lo cual se dio un giro al desarrollo de la guerra. Hecho que lo catapultó en la política nacional.
Al terminar la guerra, después de algunos incidentes políticos, el capitán Busch que se desempeñaba como Jefe del Estado Mayor asumió la Presidencia de la República.
Su gobierno se caracterizó por ambivalencias entre nacionalismo y apoyo a los grandes mineros y latifundistas. Una de las medidas que causó gran conmoción nacional e internacional fue la obligatoriedad de entregar al Banco Central de Bolivia el 100% de las divisas provenientes del total bruto de las exportaciones, cuya entrega en letras de primera clase será previa al trámite de exportación”.
Antezana concluye: “al parecer la dictadura y el tamaño de la revolución nacional que estaba engendrando le quedaron grandes, mientras por otro lado se urdía la forma de hacerlo desparecer “sin dolor”, ya fuese por mano propia o alguna forma que no produjese sospechas. Efectivamente, el 28 de agosto la población se desayunó con la noticia de que el dictador había muerto y mientras unos afirmaban que se trató de un asesinato, otros aseguraban que fue suicidio. Había terminado trágicamente la dictadura”.
Dictadores duros o blandos, como todos los seres humanos tienen su fin.
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