Christian Trigoso
Esta pandemia no sólo cobra vidas humanas, sino también deja entrever a su paso lo que no se hizo correctamente, lo que se dejó en el olvido, aquellas tareas no cumplidas.
El Ministerio de Comunicación fue creado hace nueve años, tiempo en el que fueron plasmados proyectos ambiciosos, como el periódico estatal, la conformación de la red de radios comunitarias, la no tan fácil puesta en marcha de la Editorial del Estado, la reformulación de Radio Illimani, la Agencia Boliviana de Información y el potenciamiento tecnológico de Bolivia TV.
Si bien estos proyectos han favorecido, entre otros aspectos positivos, a la generación de empleo, la gestión institucional se ha ceñido estrictamente a una concepción de masificación de la información, lo que no se debe interpretar adecuadamente como gestión en comunicación. Esta dinámica de posicionar la gestión gubernamental se traduce, por ejemplo, en el presupuesto ejecutado en difusión durante la gestión 2018, donde se halla más de 332 millones de bolivianos, de los cuales sólo en televisión se hizo un gasto de más de 210 millones.
En su Plan Estratégico Institucional se puede hallar que entre las gestiones 2016 y 2018 fueron planificadas actividades interesantes como la implementación de una radio multimedia educativa para jóvenes, una televisión educativa pública digital (hoy necesaria en tiempos de pandemia), la creación del centro de formación en comunicación estatal, entre otras. Concepciones que sí permitían comprender la comunicación como un bien social, pero si bien éstas contaban con un presupuesto de más de 360 millones de bolivianos para su ejecución, se evidencia que partir del 2019 el presupuesto fue cesado, pasando finalmente la responsabilidad a entidades como Bolivia Tv.
En un país donde según encuestas del INE el 82.7 % de los hogares cuenta con una televisión, los contenidos que se ha ido emitiendo en Bolivia Tv desde el 2015 al 2018 demuestran que se difundió escasos productos de corte educativo, representando sólo el 3 % total de la programación; contrariamente, la difusión de contenidos informativos y de análisis de coyuntura alcanzó el 60 %.
Queda claro que fueron omitidas políticas que permitan establecer o diseñar actividades propias de una comunicación con concepción de transversalidad, y es que hay diferencias entre comunicar, informar y publicitar.
Ahora bien, qué pasó en los últimos siete meses, en un breve balance tampoco se hizo visible una propuesta clara que permita su reorientación. Contrariamente, se continuó con la dinámica de masificar la información gubernamental, excepto que en esta época fueron aplicadas acciones informativas ligadas a la pandemia, mismas que personalmente fueron mal concebidas, dejando entrever la falta de conocimiento sobre la gestión de comunicación de crisis o de riesgo.
En adelante, en caso de decidir su acertado retorno como miembro del grupo del gabinete ministerial, el reto será generar en su interior el debate crítico y académico que permita entender e identificar a la comunicación como un todo. Se deberá establecer proyectos entendidos en las características propias de nuestra pluriculturalidad y de las dinámicas sociales presentes. Es importante reorientar sus canales hacia las necesidades que demanda la construcción social, se deberá generar investigación, crear centros referenciales, desarrollar desde una hemeroteca digital hasta proponer políticas reivindicativas a favor del gremio periodístico.
Tal vez pasa por encargar la responsabilidad a profesionales que no sólo hayan tenido contacto con el ejercicio periodístico, sino también que conozcan el ejercicio de la comunicación organizacional, estratégica y por sobre todo que conozcan las características del manejo de la cosa pública.
El autor es especialista en
Comunicación Institucional.
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