Un mundo cambiante requiere sistemas de producción cambiantes. Nada es estático en el universo, nuestra vida se tiene que ir adaptando a esos cambios. Hay que cuidar la salud del planeta; del cual somos parte, ese es el bien mayor.
El deterioro del medioambiente, expresado en: el calentamiento global, la desaparición acelerada de los bosques y glaciares, la extinción de flora y fauna, así como la mala calidad ambiental en las ciudades, nos debe hacer pensar en cambios adaptativos en la forma de producción.
Por suerte, ciencia y tecnología han tenido un avance sin precedente, expresada en la Cuarta Revolución Industrial, cuya característica es la convergencia de tecnologías digitales, físicas y biológicas. El progreso se acelera exponencialmente, cambiando el mundo que conocemos.
El deterioro del medioambiente y la Cuarta Revolución industrial se tiene que combinar. Es imprescindible diseñar nuevos sistemas de producción, aplicando la ciencia para producir sin destruir. ¡Y no solo eso! el desafío tiene que ser, encontrar formas de devolver a la naturaleza su primigenio esplendor. Hay que producir con más ciencia y menos recursos naturales.
¡Cuánto me gustaría volverme a bañar, en las límpidas aguas del río Piraí de mi niñez, en lugar de bañarme en piscinas con cloro! Me imagino que los neoyorquinos pensarán lo mismo del río Hudson, y los parisinos del río Sena.
La necesidad de tener sistemas de producción no destructivos es un imperativo histórico. La naturaleza nos dio sus recursos naturales, desde el inicio mismo de la historia. Desde las cavernas hasta nuestros días, ella nos mantuvo con su sangre, sosteniendo nuestra niñez y adolescencia como civilización.
Hoy; que somos una civilización avanzada, corresponde que tomemos la posta. Nos corresponde cuidar de esa madre amorosa, con nuestros modernos conocimientos, para que vuelva a la belleza de su juventud.
Los sistemas de producción son vitales, en este necesario cambio de tendencia. Son ellos los mayores causantes del deterioro medioambiental. Invoco a que se transformen en el mayor factor de reconstrucción, restituyendo al hombre, a los animales y a las plantas, la magnificencia con que fue creada. Hay que reconciliar la producción y la naturaleza, el materialismo y el espiritualismo, es el desafío del Tercer Milenio.
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