Nuestra tarea inmediata, luego que hayamos desbaratado al enemigo común del mundo, consistirá en cerrar filas en torno al supremo objetivo de la recuperación económica, sea quien fuere gobierno.
Obviamente como una respuesta, firme y categórica, a los desafíos que pretenden amedrentarnos. Con esfuerzo, creatividad y sacrificio compartido, lograremos superar los escollos económicos que nos preocupan, por ahora. Y, particularmente, con la fe inquebrantable, depositada en los destinos de la Patria, digna de un futuro mejor.
De situaciones peores hemos salido airosos y ahora no será la excepción. No quisiéramos que la suerte adversa provoque estragos en el seno de las familias bolivianas. Tal como ocurrió a principios de la década del 80, del siglo pasado, cuando el populismo se hizo del Poder.
“Esta pandemia está golpeando la economía en todo el mundo”, advirtió, a propósito, la presidenta constitucional, Jeanine Áñez Chávez.
Tendríamos que darnos modos, ante todo y sobre todo, para rescatar la cultura de la solidaridad y de la austeridad, a fin de encarar los meses o años difíciles, que se avecinan. Ello implicará acomodarnos en un marco socio-económico con menos ingresos y mayores necesidades. Pues estaremos conminados a confrontar, a como dé lugar, la crisis económica, que marcará el Covid-19, no sólo acá, sino en la región y el planeta.
Requeriremos, en este contexto, de un gobierno predispuesto a cultivar el acercamiento con países lejanos y cercanos, grandes y pequeños, al margen de diferencias político-ideológicas que existieran. El objetivo será promover amistad y cooperación. Pero al margen de toda intromisión en política interna. Entonces estaríamos hablando del mayor logro en este sector.
Es el momento oportuno para rediseñar el destino nacional, tomando como punto de referencia la unidad de bolivianos y bolivianas, que se ratificó en ocasión de la cuarentena. Esa actitud tendría que mantenerse, como factor determinante, en la construcción de un país moderno, pujante y respetado, que tanto anhelamos.
La experiencia que hemos adquirido, en los momentos más decisivos de reclusión como efecto del temido Covid-19, renueve los lazos de hermandad, entre orientales y occidentales, en la búsqueda del entendimiento y concertación, que redundará en beneficio de la población.
Proteger la vida y la salud, en tiempos de crisis sanitaria, es la consigna, que corre traspasando fronteras. Obligando a gobernantes, asumir medidas preventivas. E invitando, asimismo, ha quedarse en casa, para evitar el contagio de ese virus sin precedentes en la historia. Nadie debería ignorar esta realidad, que se ha propuesto devastarnos.
El afán es preservar la supervivencia de la especie humana. Pero algunos grupos no comparten ese criterio. Desinformados e insensatos, no hacen otra cosa que sembrar el caos. E inclusive un dignatario de Estado, de la nación más extensa y con mayor número de habitantes en el Cono Sur, ha incurrido en el despropósito de calificar como “gripecita”, o “resfriadito” a dicha enfermedad. Ha desafiado, constantemente, al protocolo mundial de la lucha contra el coronavirus.
En suma: he ahí un breve reflejo de la realidad que se vive acá y allí bajo el dominio del Covid-19.
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