Hay acentuada preocupación en la sociedad por el hecho de que el gobierno actúa con mucha debilidad en sus disposiciones; hay angustia porque hay conductas dubitativas que desorientan a la población que, en situaciones de crisis como la que vivimos, no corresponden puesto que, por ello, vendría como anillo al dedo el dicho: “se es o no, se hace o no”. Esas actitudes dan lugar a que el masismo pretenda imponerse en muchos aspectos de la vida nacional y es especialmente en los recintos camarales donde trata de imponer su voluntad y, atenido a la mayoría parlamentaria que tiene, impone lo que es de su conveniencia e interés, dejando a la minoría totalmente indefensa y callada.
El gobierno, en sus diversas dependencias ministeriales, mantiene mutismos que no corresponde, inclusive en cuestiones que son de su exclusiva competencia y se muestra una parsimonia y dejadez que preocupa a la colectividad, pese a que hay asuntos de Estado que están pendientes desde hace mucho tiempo y hay, sobre todo, cuestiones inherentes a la actual situación de grave crisis por el Covid-19 que causa muertes y nuevos casos se presenten con asiduidad que angustia. A veces, por ejemplo, funcionarios asumen responsabilidades que corresponden al área de salud o, en su caso, no se actúa conjuntamente el Colegio Médico u otras instituciones que tienen que ver con el campo médico y social.
Las situaciones complejas que seguramente son tratadas en gabinete deben ser encaradas con celeridad y por las áreas que corresponda y no que uno u otro funcionario tenga arte y parte, aunque no sea de su incumbencia. Es urgente una mayor coherencia en el gabinete ministerial que conjuntamente la Presidencia, podría actuar más coordinadamente en los asuntos inherentes al Estado y que el gobierno debe encarar y solucionar. Situaciones que salen de lo normal son aprovechadas por el masismo que cree tener aún la autoridad para intervenir en cuestiones del Estado y lo hace seguramente bajo la consigna de que por ser mayoría parlamentaria “podría hacerlo”, cuando no tiene competencia alguna y menos por haber vencido en su mandato tanto senadores como diputados en enero pasado. Pero, como nadie hace o dice algo, el caso pasa y queda en las sombras del olvido o en los registros del “dejar hacer y dejar pasar” que siempre pesan en la historia del país.
El gobierno ya debería saber que “dejar hacer y dejar pasar” es sumamente peligroso; lo saben los componentes del masismo y aprovechan toda situación para demostrar poder y mucho más: “hacerse sentir”, extremo que conocen y soportan los miembros minoritarios de ambas cámaras. El caso resulta amargo y preocupante para la colectividad que siempre espera acciones enérgicas, serias y profundas de las autoridades que, se entiende, actúan conforme a lineamientos de las leyes y de los propios principios que seguramente esgrimen para atender cualquier caso del Estado. No es bueno ni constructivo que la Presidenta de la República, ministros y funcionarios actúen con una parsimoniosa prudencia que alarma a la sociedad que, clara y categóricamente, ha dado su sentencia: el gobierno debe gobernar y no aceptar imposiciones de nadie y menos de quienes no tienen autoridad por haber vencido sus mandatos y, si quieren expresar algún concepto, hacerlo desde el llano y bajo las previsiones y mandatos de las leyes.
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