Recuerdos del presente
Desde su retiro, no jubilación, Juan del Granado ha hecho una observación muy acertada: “se hizo una sucesión constitucional demasiado apresurada”. Y ahora el país está pagando el precio de ese error.
El MAS había sido derrotado. Durante la batalla, los defensores del cocalero estaban solamente en Sacaba, porque eran los cocaleros del Chapare, y en Senkata, porque eran los empleados de las fábricas de droga del distrito 8, y nada más.
Todo el resto del país estaba tomado por la decisión de expulsar al cocalero Morales para siempre, con y sin su corte de afeminados millonarios.
Y él decidió escapar. Fue el primer “golpe de Estado” que se hace en Bolivia porque un general, muy obediente del gobierno, “sugiere” al cocalero que renuncie, y no porque los militares se lo exigían, sino porque la situación era insostenible.
Ahí intervino un factor decisivo: la cobardía del cocalero. Tres semanas antes había dicho que cuando las papas quemaban, él siempre optaba por usar a su vicepresidente como escudo. Seguramente creía que su vice provocaba temor a alguien.
Pero de pronto vio que su vice estaba a su lado, decidido a escapar con él, no a enfrentar a nadie. Si tu baluarte, tu valiente, tu guerrero, se cobija bajo tu ala, debes partir. Eso hizo el cocalero.
Dejaba atrás un gobierno repleto de sus seguidores, que él abandonaba cobardemente. La señorita Eva Copa olvidó de pronto sus lecciones de terrorista en Cuba y se puso a llorar a moco tendido. A quien quería escucharla le decía que también ella había sido una víctima del masismo, que la despreciaba incluso con criterios racistas. Estaba preparándose para el desenlace que ella veía inevitable: que se cerrara el parlamento, que los masistas fueran a la cárcel, y punto.
En ese momento se produjo el error que reconoce ahora Juan del Granado. Una sucesión apresurada.
Hubo una confusión. Le gente creyó que Camacho iba a ser el caudillo de la rebelión, pero resultó un fiasco. Era un paracaidista loquito que no tenía idea de estrategia. Sólo quería estar en las fotos.
Hubiera sido el momento en que los comités cívicos, dueños de la situación, convocaran a cabildos en todo el país para cerrar el parlamento, reformar la Constitución en las plazas del país, proscribir al MAS para siempre…
Pero eso no ocurrió. La más grande revuelta de la historia del país había ganado la batalla pero no tenía ni comando ni refuerzos, como en Boquerón. Y los derrotados resultaron, de pronto, victoriosos.
La terrorista Copa secó sus lágrimas que le habían provocado la huida cobarde de su caudillo, y decidió recordar sus lecciones de Cuba: no hay que perder presa, ni ceder nada, sobre todo si el rival no es muy despierto, como era el caso.
Todo está perfecto para el triunfo del golpe que armaron para el cocalero sus asesores de la transnacional, o del globalismo.
Sólo les falta un detalle: los bolivianos no han cambiado de actitud y quieren que el cocalero se vaya para siempre, él y su partido de corruptos.
¿Qué hacer?
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