Marcelo Miranda Loayza
Evo Morales nunca fue lo que se diga una buena persona, desde sus inicios como miembro del movimiento cocalero en el Chapare ya sacaba a relucir su intransigencia y su forma torpe y abusiva de hacer política, es decir, usando la amenaza, el bloqueo y la vendetta. Recordemos que fue de esta forma que se hizo con el gobierno. Morales prácticamente tenía secuestrado a todo el país, por lo tanto el uso de la violencia siempre fue la forma preferida de Evo para hacer política.
Morales y su séquito de movimientos sociales, que actuaban (y todavía lo hacen) como si se tratase de una secta o culto destructivo, no tuvieron el más mínimo reparo en la hora de ejercer todo tipo de violencia contra la sociedad boliviana. Solo basta recordar el secuestro y posterior asesinato de los esposos Andrade en el Chapare, el cruel asesinato del joven Christian Urresti en Cochabamba a manos de cocaleros y grupos de choque afines al MAS, el famoso caso terrorismo, el cual ya se sabe que fue montado y manipulado, la masacre de la Calancha, la represión en Chaparina, el mega fraude de octubre, etc, todo esto no solo fue orquestado por la secta masista, todos estos hechos contaban con la venia y aprobación de su “líder espiritual”, Evo Morales.
Ya en el exilio Morales y su secta masista no cambiaron en lo más mínimo su forma de actuar, es decir, siguieron usando la mentira, la corrupción y la violencia como método permitido para lograr sus fines, es decir, el retorno de Morales al poder. Está más que claro que para lograr este fin a Morales no le interesa en lo más mínimo la cantidad de pérdidas humanas que puedan existir en el camino, de lo contrario no se podría explicar la campaña sistemática de desinformación orquestada por la secta masista en relación con el Covid-19, los audios que circulan principalmente en la Ciudad de El Alto son ejemplo de ello. La conclusión es simple, a Morales no le importa sembrar muerte en su intento de regresar al gobierno, esto definitivamente lo hace un mal tipo.
Un mal tipo siempre va a negar la realidad y con ello tratar de manipular a su entorno, en el caso puntual de Morales, no cabe la menor duda que ésta fue una de sus características principales a lo largo de su actividad política. Un mal tipo utiliza de manera recurrente verdades a medias para lograr sus objetivos. En Morales y su secta encontramos a expertos en cambiar verdades en mentiras y mentiras en verdades. Es decir, Morales utilizó a discreción todos los recursos del Estado para construir una realidad alternativa para luego venderla al pueblo boliviano. Ahora en el exilio, los obnubilados masistas continúan en esta línea, la cual incluye manipular, engañar y mentir.
El remordimiento y la culpa no son parte de la vida de Morales, pues en su realidad alterna él se ve a sí mismo como perfecto e intocable, lo que no solo lo hace mal tipo, también lo hace peligroso, pues en su retorcida perfección no conoce la culpa, pero si ve la imperfección de sus detractores, es decir, se concibe como dios y el MAS cual secta destructiva lo diviniza. En definitiva, Evo Morales es a todas luces el arquetipo del mal tipo.
Para Morales cualquier vía para regresar al poder es válida, pues es adicto a él, no puede vivir sin ser percibido como un dios y vivir con los lujos de su palacete. Esto no solo lo convierte en un mal tipo, también lo hace peligroso, pues en sus intentos de regresar al gobierno no le va a temblar la mano en la hora de sembrar muerte y dolor en el pueblo boliviano. Es más, estoy llegando a pensar que mientras más muertes existan, mejor para Morales y su secta.
Morales no es un salvador mesiánico, menos un iluminado, es ante todo un mal tipo, al cual no le interesa el bienestar del pueblo, solo le importa el poder, la venganza y el dinero, pese a ello los políticos en el país siguen bailando al compás de la banalidad de Evo, ¿complicidad o ignorancia?, saquen ustedes sus conclusiones.
El autor es Teólogo y Bloguero.
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